domingo, 24 de marzo de 2013

En tí, en mí.



Impenetrables, como la piel de las piedras,

son todos los que alguna vez quisieron

compartir conmigo sus ojos abiertos,

tentar mi mano, acercarse lo bastante,

abrirse como zanjas ante mí.



Y sin embargo, dubitativos,

cautos, se cercaron

con el vallado opaco de unas palabras sinceras

que, al igual que un salto de agua cuando repela las rocas

y su impulso precipita una cortina

sobre la cueva bostezada por la tierra,

echaban un telón sobre otras muchas

tan solo conocidas por su lengua.


 

Dices que reniego y me distraigo

de cuanto hermoso se cierne sobre el mundo,

que admiro a la muerte y al dolor,

que acato solo

el sufrimiento del fruto al ser podado

y arrojado a la fosa común de la cosecha.

 

Pero conoces mi risa,

sabes bien que el Sol alegra mi semblante

y que la noche

no logra oscurecerme por completo. 



Hoy he visto a un muchacho hacerse viento,

volar como ET en su bicicleta,

viajar hacia los faros de los coches como Icaro hacia el Sol,

y eso era hermoso. 



Pero tú ya lo sabes

porque mi piel es permeable a tu mirada

y hace tiempo

que eres en mí,

que soy en ti.




(c) Ramón Ataz

2 comentarios:

  1. Hoy he visto a un muchacho hacerse viento,

    volar como ET en su bicicleta,

    viajar hacia los faros de los coches como Icaro hacia el Sol,

    y eso era hermoso.



    Nos descubres las caras de lo hermoso en la risa y el dolor y en versos de tan intenso lirismo como los que resalto a modo de ejemplo. El tono didáctico del poema nos sitúa ante lo que no deberíamos dejar de ver cuando miramos, sobre todo si es al alma de otro. Gracias, Ramón.
    Salud.

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    1. Julio, tus comentarios siempre engrandecen aquello que comentas. Te lo agradezco de corazón.
      Un fuerte abrazo.

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