lunes, 18 de febrero de 2013

tu hastío


Dí que de un alma triste no salen las palabras


sino de un alma amarga, de un paladar


que intenta negar el sabor de la tiza. 



No pides pero te doy lo que te pido 


hoy, que no puedo ensalzar el aire turbio 


ni sé cómo llorar, porque mi idioma 


viste y desviste a los hijos de tu hastío.





(c) Ramón Ataz

viernes, 15 de febrero de 2013

Estico encarcelado



¿A cuál de tus amos,
a cuál de tus discípulos
podrá servir la risa en que te abres
cuando las piernas te inciten a correr
y no te muevas?

Pondrán tus dientes árticos,
tu chaqueta colonial,
las guedejas que se arriman
y se asoman a tu frente
-despeñadero abrupto,
tajo a través del cual fluyen las calles-
sobre el jergón que, presumimos, resguarde
tu víspera continua.

Imaginamos (tú y yo)
la humedad un ámbito callado;
las paredes un sector de palimpsestos
sobre capas de miseria;
suponemos un terrario
sobre el suelo perezoso.

Meterás la bondad en tus bolsillos
pues las manos
se alzarán, anchas, extremas,
pretendiendo detener
la rabia azul -la rabia verde-
uniforme, enmascarada.

Sus ojos
están en algún lado;
te miran los fusiles
como si fueras el último elefante.

El aire en tus pulmones se transforma por sí solo en palabras

impropias de los siervos;
tus labios aprendieron a negar, todos tus músculos
desearon recibir tus instrucciones.


Pero incapaz de disentir
ahora te sientas.

Sin nadie que te obligue a estar de pie,
no eres más que un monasterio abandonado
al que piedras desprendidas
comienzan a dejar
lleno de huecos.
 

Latir, latir,

latir.      Latir
es lo que espera a los que viven idénticos
los días que les quedan.





 (c) Ramón Ataz