domingo, 24 de marzo de 2013

En tí, en mí.



Impenetrables, como la piel de las piedras,

son todos los que alguna vez quisieron

compartir conmigo sus ojos abiertos,

tentar mi mano, acercarse lo bastante,

abrirse como zanjas ante mí.



Y sin embargo, dubitativos,

cautos, se cercaron

con el vallado opaco de unas palabras sinceras

que, al igual que un salto de agua cuando repela las rocas

y su impulso precipita una cortina

sobre la cueva bostezada por la tierra,

echaban un telón sobre otras muchas

tan solo conocidas por su lengua.


 

Dices que reniego y me distraigo

de cuanto hermoso se cierne sobre el mundo,

que admiro a la muerte y al dolor,

que acato solo

el sufrimiento del fruto al ser podado

y arrojado a la fosa común de la cosecha.

 

Pero conoces mi risa,

sabes bien que el Sol alegra mi semblante

y que la noche

no logra oscurecerme por completo. 



Hoy he visto a un muchacho hacerse viento,

volar como ET en su bicicleta,

viajar hacia los faros de los coches como Icaro hacia el Sol,

y eso era hermoso. 



Pero tú ya lo sabes

porque mi piel es permeable a tu mirada

y hace tiempo

que eres en mí,

que soy en ti.




(c) Ramón Ataz

lunes, 11 de marzo de 2013

En un hospital, los bostezos



En un hospital, los bostezos

absorben el dolor.


Piernas enredadas

se espacen por el gres,

más propias de fluidos que de cuerpos.

Brazos escarpados, puños como acrópolis, girasoles sin luz,

el sudor crepita .


Ante el advenimiento de voces sirenias

atados a bancadas de un trirreme manco

un diluvio de párpados suspende el tiempo.


¡Dios, qué complicidad

hay en la sincronía de sus iris!

Son moscas implorándole al cristal una fractura.


Húmedos, los cráneos se mueven como títeres.

Juega el aire al frontón y los niños trepan por cucañas.


¡Dios, qué pocas puertas hay,

qué pocas puertas!

domingo, 10 de marzo de 2013

Debe bastar el cuerpo al alba acorazado




Debe bastar el cuerpo al alba acorazado,

el tejido finísimo pegado al esqueleto,

los frutos, perdidos para Tántalo,

cuyo destino fue mi lengua tensa.

 

A cualquier otro le haría reír la tontería,

perfume de bufones hospicianos,

las cabriolas del pan sobre la mesa

o la absurda jerigonza de los muebles.

 

Pero yo

ocupado en aquietarme,

miro y asiento.





(c) Ramón Ataz