viernes, 28 de diciembre de 2012

Avanzas por tu edad


Avanzas por tu edad
del modo en que se mueven los bosques por la tierra,
saliéndose de sí y sujetando
un individuo nuevo, casi idéntico,
igual pero distinto,
mediante otras raíces a otra parte
cercana y diferente.

Lo observas todo y todo te contempla
tintada en el primer color del día.

Anchos
tus ojos rasgan
por vez primera el mundo, y el entorno,
como un bosquejo evita los matices.
Son oscuros
de nuevo, primerizos
hoy también, ojos inéditos, también hoy
son otros párpados
los que se abren y se cierran tantas veces
por el camino azul de la jornada.

La noche fue de una mujer más joven.

Quizá sus manos aún se resbalaban
por superficies suaves y al rozarse
contra una piel ajena, quizá fueron
legándole los años consumidos.

Hoy brotan de tus brazos,
las agitas, tecleas en el aire,
las enredas
en láminas de escarcha
y la luz,
sobre tu piel bisoña, tiende sendas
para acercarte al Sol.
 

Detente ahora:
si ya te reconoces mira en torno,
encontrarás un hombre de camino;
procede, igual que tú, de las tinieblas;
nació, del mismo modo, al despertarse
y morirá contigo
cuando termine el día,
como siempre. 





(c) Ramón Ataz



miércoles, 26 de diciembre de 2012

Un instante detuve mi cabeza sonámbula




Un instante detuve mi cabeza sonámbula

por lograr que mis ojos retuvieran los tuyos,

sin saber si era amarte o insultarte,

si acoger en mi pecho tus insultos


o en mi boca tu boca eviscerada,

lo que al fin de mis versos convenía.
 


Se mantuvo mi piel sin desvestirse,

sin nublarse mi mente ni ofenderse.


En tu abstracción soslayabas el momento
 

en que mis versos padecían tu ignorancia.


Ni odiaste ni amé, ni odié ni amaste.





(c) Ramón Ataz 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Tras de mis ojos tu voz


Tras de mis ojos cerrados

tendrá tu voz su hogar, ahora que mueres.

Podrá apoyar sus hombros

en el reverso invidente de mis párpados

y acaso, cuando el tiempo de tu recuerdo se estanque,

deslizar su sonido indeleble

hacia el ocluso portal de mi mirada.

Se escapa ya tu voz desde el cadáver que dejas,

y en ella están los mitos, la risa y los deseos

de todas tus edades, ordenados

en larguísimas filas de memorias de piedra.

No temas, no hay hendijas, 


no hay quebraduras o poros

por los que pueda penetrar alguna imagen

que me distraiga de ti y te desvanezca;
 

no tengo ya motivos para plegar

las membranas que habrán de protegerte.

Hay en la luz, es cierto,

una vitalidad benéfica

capaz de sustentarme hasta la tumba,

pero los años de contemplar el mundo y asombrarme

ya han pasado.

Aquí, tras de mis ojos,

no existen la elisión ni la condena,


puedes morir entonces 

suavemente,  tu voz

ya está conmigo.




Ramón Ataz (c) 

sábado, 8 de diciembre de 2012

John Lennon - Jealous Guy subtitulo ingles y español

El de hoy es un aniversario durante el cual, por muchos años que pasen, mi tristeza se empecina en mantenerse intacta....




sábado, 1 de diciembre de 2012

Agonía




El cuerpo exhausto

La mente delirante

la obstinación estéril.

Lo he visto sufrir

escondido en el único rincón que le quedaba.






Ramón Ataz (c)

   

domingo, 25 de noviembre de 2012

Advertencia



Pretender que esta tarde vuelva el rostro y te contemple

o que escuche en este instante,

entre ese mestizaje de sonidos,


-marchándose o llegando

hasta o desde mí, o a mi través, como si fuera

para los vientos este lugar la encrucijada-

el que produce el contorno de tus dientes

al penetrar en la zanja de tus labios,


quizá que piense en ti,


es una ofensa.


No a mí, que mis palabras


apenas sí conmueven al silencio,


sino a aquellos que reciben cada día,


sobre sus párpados calmos,


la luz recién duchada, laboriosa,


y esperan cada noche que las sombras


allanen, al abatirse, el camino


al satélite tenaz que te relata.


Ellos son a los que obligas a observarte,


los que aceptan sin remedio tu murmullo


y por ello no se escapan de inferirte.


A ellos témelos, no los provoques,


porque sin duda vengarán tu impertinencia.





Ramón Ataz (c) 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Mujer sobre una roca


En la tierra crecen montes como piernas dobladas.

Un suave sudario cosido con seda,

cubre a la pendiente que siente subir

por su piel una hilera de erizos enfermos.



Detrás de algún árbol, una masa vítrea


refracta la luz

-metida a codazos entre la negrura-

lacia y sin memoria,

proyectada a ráfagas por un cielo opaco

incapaz, no obstante,

de ocultarse entero.



Si cupieran allí los ojos de los hombres,


si hallaran un hueco los de las mujeres,

si serpentearan sendas practicables

hasta el núcleo mismo de aquel laberinto,

podrían descubrirla

por fin, recostada

sobre alguna roca,

casual, cambiante,

arropando en su cuerpo al musgo que duerme

por una noche cálido.




Ramón Ataz (c)

sábado, 3 de noviembre de 2012

Ese poeta sonríe demasiado



Ese poeta sonríe demasiado.

Su cabello cesante

y las uñas saliendo de sus dedos

como pétalos

o naipes repartidos

-o quizá deba decir que en realidad

son como toldos 

aferrados a fachadas veraniegas-

me atemorizan tanto o más que el frío verso que,

minuto tras minuto,

viste y desviste, igual que hace la fiebre con la frente de los niños.


¿A qué observan sus ojos de arenisca

cuando sale al balcón y friega el suelo?


No puede ser a esas muchachas, devotas del calor,

aunque deslizan cada vez más a menudo

sus cuerpos cimbreantes

del lecho a la piscina,

pero carecen de nostalgia y de experiencia,

no conocen la muerte ni el dolor

imprescindibles. Quizá ese niño,

sus manos

posadas en los pechos de la madre ennegrecida.

Será mañana,

cuando la leche expulse su estertor

de último alimento gratuito y pase hambre,

acaso entonces merezca su poesía.


Mira, poeta,

escucha la estampida

que baja por la calle principal hacia la plaza;

son como nubes a punto de reunir su oscuridad

y desleírse

en unitaria lluvia que corre por las ramblas sin control

de lo que arrolla.

¿No puede ser, no pueden ser aquéllos los que buscas

para anegar tus versos de sentido?


Demasiado concretos,

demasiado sonoros,

demasiado reales, no puede ser, que vengan luego,

cuando caminen de vuelta hacia sus casas

vacilantes, recuperada su sola transparencia.


La calle ha terminado,

el suelo limpio,

motores de astrolabios y guitarras

dios sabe de qué música evadidas,

acarician el balcón anochecido. El dormitorio

contiene su calor y sus aromas,

las fotos de su infancia, la dulzura

de las primeras muertes, y las últimas

más lentas, más constantes, y el olvido,

arropando su sonrisa, lo consuela.


Buenas noches, poeta, que tu voz

te sostenga hasta mañana,

otra vez,

duerme tranquilo.




Ramón Ataz