jueves, 29 de septiembre de 2011

Domesticados (Meditaciones al borde de un café)


Los que hoy cansados recuperan el vigor
y aplacan el dolor del alma con el ungüento seco de la riqueza,
ordenan sus cabellos con las púas de erizos derrotados,
mientras se calzan,
para eludir tactos incómodos en sus prensiles pies,
gruesas botas de montar.

Los que rindieron la violencia inútil de las fieras
dejándolas dormir en sus alfombras,
hoy suprimen puertas y colmatan fosos.

Hoy las ballenas engañan a Jonás
al amueblar sus vientres hogareños
de renta limitada.

Los caníbales son ahora la fragancia de sus presas
orgullosas, suaves, dulces, digestivas.

El toro del sacrificio sostiene el hacha

domingo, 25 de septiembre de 2011

Intravagancia


I

Yo alumbro la lluvia, yo
lucho por tersar los pétalos
de una flor ajada.

Viene a mí el tenebroso rugir de la fiesta,
el despertar lúgubre de la alegría distante.
Y los rostros de los muertos,
esos gestos faciales de paciencia infinita,
de ya nunca, ya nunca.

No siempre, lo sé, pero así es la búsqueda,
la del verso roto y el sueño sediento.
Aguardar a un hombre que quizás me habite,
y quizás no encuentre.

II

Tengo los ojos, Dios, en ti clavados.
Son los ojos de un cadáver
ahora perplejo
ante el vulgar vacío que se abre a su muerte.

III

Treinta años me alejan de ti.
A mis palmas vueltas,
a los pliegues húmedos de mis manos anchas,
a estos dedos extendidos,
insertos en el aire,
no les cae más que un desfile de días,
un batir de jornadas de sincera ausencia,
legadas por aquellos que engendraron un cuerpo
tan parecido a mí
y tan vacío.





© Ramón Ataz2011

Los ojos cerrados


Estos ojos, aún cerrados,
no añoran perfiles azules
ni extrañan la curvatura cambiante de la luna.
No se abrirán para cazar en vuelo a las aves que no saben nombrar.

Estos ojos seguirán hasta mi muerte muertos.


Menos que muertos, nonatos,

como el quizá de aquel chico
que no volvió de pronto a casa alguna noche.
Ninguna noche.

Su casa no añora los perfiles azules

ni extraña el cuerno de la luna,
pero acoge a cualquier ave y a su vuelo declinante
si cansada se posa en sus tejados silenciosos.


© Ramón Ataz2011

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Peligras, Luna, peligras

Peligras, Luna, peligras
si, cediendo a mi deseo, me permites retratarte.

Has sellado una noche completa
y luego de irte, al abandonarme el sueño,
hallé versos indignos que harán de ti una fábula.

Te trocarán en leyenda si una noche me rozas
o te pliegas a mi ruego y soy yo el que mide tu tamaño.

Si no te resistes y me escoges de entre todos
como capaz de poner alma a las mareas,
malograrás miles de años de divina indiferencia.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Una sola ventana iluminada


No, no será la luz de mi ventana

una constelación sin punto de partida, 

 
una estrella extraviada 


sin más medio de expresar su aturdimiento 


que un parpadeo fugaz. 



Porque ese resplandor te impide verme 


en este sentarse interminable, 


en esta flexión sin resistencia. 



Mis pasos son oscuros, 


cubren losas y losas sin desplazar mi cuerpo. 


Vivo adherido a paredes que escupen el sol. 



¿De dónde surge entonces el faro blanco, 


la Anunciación sin ángel de mi fachada? 



No, no dejaré a ese brillo 


envolver a mi muerte con vida muerta. 






© Ramón Ataz2011

viernes, 9 de septiembre de 2011

Un parque urbano

A mí se me veía
sobre fatigas verdes dejadas por ancianos
en los asientos, debajo de humaredas,
asido al Sol,
al cabo de un bolígrafo.

La tristeza incrustaba mi sombra entre la grava.


A mí se me sentía

en el sonido extinto del arroyo;
los niños me rozaban apenas por descuido
al pasar junto a la anchura de un árbol solitario,
bajo su copa insolente,
ciudad de aves.





© Ramón Ataz2011

domingo, 4 de septiembre de 2011

Murmullo

Pronúnciame,
aliento solo,
ligereza de labios entornados
donde se posa el sonido que me forma.

Escondámonos en tus labios candeales:

hoy un chiquillo oyó la voz cascada
de su dios, sentado en un lagar,
poderosa encarnación de los alcohólicos.

En su hambre hay deseos concentrados,
Inquietudes uniformes, yerma espera.
Lame la cosecha del terror
vencidas cornucopias.

Pintores mediocres esconden sus pinceles
en las arrugas de la vieja patria.
¿Quién ha suprimido la espalda de las calles,
en qué momento la bola ha alcanzado el borde hasta el que rueda?

Hoy la muerte reparte golosinas;

temamos, Lesbia, y huyamos en silencio,
dejemos que otros sean el núcleo de la historia
para poder tú y yo ser dueños del murmullo.




© Ramón Ataz2011

jueves, 1 de septiembre de 2011

Licántropo


Cuando entrega su rostro por la mañana
al hambriento despertar del edificio
hay que ver cómo olvida sus imágenes de luna
y cómo siente haber dormido.

Es de noche otra vez.

Sin perros ni majadas
pero es de noche.

Sin tormenta ni oraciones
pero es de noche.

Cuando vuelve a cuatro patas, iluminado,
con la conciencia del lobo en la hecatombe,
está sucio de bosque.

No hay ciudad esa noche
y es un lobo.

Sin tormenta otra vez
pero es un lobo.











© Ramón Ataz2011