sábado, 21 de julio de 2012

La calle está llena de conciencias


A Pilar Morte


No son algas, son cabellos, primicias de los peces.

Contad nuestras cabezas,

somos bosques a punto de nacer, cientos de bosques

cuyos caminos, seguro, se entrecruzan;

troncos recientes creciendo y retorciéndose,

distanciándose deprisa del letargo.

Contad nuestras cabezas, son millones

de copas desde el aire, contadlas, no creáis

que entre todas poseen un solo cuello

y callad,

oíd ese tambor de levaduras.

A vuestros truenos opongo mi sordera,

a vuestros golpes el cuarzo

que espontáneo le ha brotado a mis arterias.

Resistimos, en raudal os resistimos,

porque el viento es nuestro, es nuestro el licor de los sarmientos,

nuestro el olor, es nuestro el trigo.


Ya no os escucho.
 

Quizá os descompongáis como las rocas

cubiertas por el mar, quizá la grava

filtrada a mi sandalia os pertenezca.

Ya no os recuerdo,

porque hay guitarras cantando nuestra vida.


Oh, memoria, apártate de mí, no vuelvas nunca

a distraernos del vino y derramarlo,

yace, reposa.

Que sean los muchachos los que luego,

al terminar la fiesta, te despierten.







© Ramón Ataz

domingo, 15 de julio de 2012

Voz


Debí levantar estatuas

con la materia que surge de tu voz

por cada momento en que, airada,

produjiste en mí palabras que te exaltasen.


No lo hice; antes bien traté de hacerlas mías,

estampé mi firma al pie de cada grupo

y fui protagonista ante las gentes

que piensan que como propias las atesoro.


Harás entonces bien en volver tu rostro

cuando ansíes de nuevo asirme del lenguaje.

Pero no enturbies el aire, te lo ruego,

porque por él transitan libres tus palabras.






© Ramón Ataz

sábado, 14 de julio de 2012

Tarde


¿a qué viene este obligatorio temor?

¿a qué seguir sufriendo si se conoce el después

y se conocen el cuándo y el acaso?

¿cómo sigue estremeciendo la aurora

a cada día?

estoy lejos de ser nocturno participante

esta tarde, a tantas vidas de la noche;

es terrible, terrible estar tan lejos;

y a qué viene el cosquilleo en las entrañas

insertándome esta tarde su nervioso consejo.

Oh tardes abrasadoras

irritantes; cada cortejo de ansias

desparramadas, saciadas o no saciadas,

tan rojas como el rubor, gelatinosas;

tranquilo, pausado pero nunca,

deshago la trenza de voces afiladas

y peces embuchados en anzuelos y mudos.

Joder, me repito al repasar los sortilegios

de cada uno de los años de mi vida,

los que me quedan, ¿cuántos son?

la tarde está trazada en vientres negros,

encabalgada a mi lomo, clavando sus espuelas.





© Ramón Ataz