miércoles, 24 de noviembre de 2010

TARDO EN CERRAR LOS OJOS



Tardo en cerrar los ojos, silencioso,
igual que el roce de un cigarro contra el aire.
Una tragedia escrita a lomos de un bostezo
desesperado del amor de un vientre esclavo.

Peinada la melena, recién lavadas las voces,
me entrego al verbo imbécil del noctámbulo,
-Es un modelo esculpido
de una imagen rediviva-

Me canso y miro, me miro, miro el rubio madrugar de un descalabro.




© Ramón Ataz2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

AUTORETRATO DE UN AUTOATORMENTADO


Tan pronto como digo estar sereno

me reviento dando golpes contra el aire.


no son mis noches cobardes


aunque quiebren los reflejos de mi boca

y por pesadillas duerma y me despierte y te sonría.
 

Tan pronto como absuelvo a mis rodillas

del pecado de hincarse ante tu sangre,
 

te atosigan mis relinchos de montura.
 

Tan pronto como rezo y me arrepiento

vuelvo a arrancar cabinas y plegarias,

se revienta mi oración contra la lluvia

y resbalo, avanzo muerto por el suelo hasta tus manos.




© Ramón Ataz2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

SOY DUEÑO DE ESTE MUNDO

 .

Soy dueño de este mundo, me obedecen
un alfiler y un perro de aguas sucias;
me promulgo a mí mismo, soy la norma
que rige en los ámbitos del sueño.

Pobre me designo e infeliz
rey me proclamo, porque un cetro
de otro rey yace en las yemas de mis dedos.

Mi alma vive triste en el exilio
de un embrión deiforme y soy
de su deidad blasfemia reencarnada.

Y en mi reino de sillas tengo sed;
una humareda oscura
se expande tras la espalda de mis labios.






©Ramón Ataz2010

lunes, 15 de noviembre de 2010

MORIR



Morir, sí, como ascender derrotado;
implorar un día completo en la tibieza
de la ultramuerte renegada.
Sentir un cuchillo en el vientre
y una maza en el costado;
descender entonces a sus ojos
como un segundo desnudo.
Morir, morir en la cama o en el río,
seco o mojado.




© Ramón Ataz2010 (Juan Fionello)

sábado, 13 de noviembre de 2010

DOS CRUCES



¿Quién soy sino alguien que marca con dos cruces

su tierra y su pasado?

No es de extrañar entonces que me duplique,

recele y me revuelva,

ya que no puedo hallar tranquilidad

en mirar de continuo a los dos lados.


O acaso, si merecieran respeto los poetas,

pudiera encontrar placer en ello,

una excusa que sea causa en mis fracasos.


Mirad mi tierra: 


pasto de rostros, nubes en fuga.

Ved mi pasado: 


trigo adherido por el viento a sus membranas.


Amanecí tantas veces, di tanta luz,

me extendí como el musgo en tantas rocas,

que el ya y el suelo me hicieron mi siamés,

mi inseparable otro,

mi reverso.




© Ramón Ataz

viernes, 12 de noviembre de 2010

Dos poemas de Ory

A TI LA QUE ME INSPIRA OBEDEZCO Y DESEO


A ti la que me inspira obedezco y deseo

a tu invisible huir y tu errante venir

hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas

trayéndome la concha de la profundidad.



Son sin fin son sin fin los diluvios caídos

corazones que a tiempo probaron su fragancia

aquí están todavía las palabras perdidas

y yo compongo un verso de saber y perdón.




EROS TREMENDUM


En la noche del sexo busco luz

y encuentro más y más oscuridad

mi cuerpo es sacro y sacrifica edad

sin tiempo sobre el tuyo cruz con cruz.



Subo y bajo y gravito mi testuz

cae sobre el muro de tu atroz ciudad

sin puertas donde al fin me da mitad

de entrada a la tiniebla un tragaluz.



Mantel mi espalda cubre los manjares

mis brazos y mis piernas son a pares

con los tuyos en forma de escorpión.



Las dos manzanas mi contacto deja

y duerme como un vaso en la bandeja

de tu vientre mi enorme corazón.










miércoles, 10 de noviembre de 2010

CARLOS EDMUNDO

Esta mañana, tomaba un poleo en la barra de la cafetería que a veces uso de despacho. Leía la prensa del día cuando me he quedado helado con una noticia insertada con dificultad en una columna a la izquierda de la página. Carlos Edmundo de Ory, el poeta maldito, ha muerto. Es difícil que la muerte de alguien a quien no conoces más que a través de su obra te afecte demasiado. Al fin y al cabo nos quedan sus poemas, te dices en esa frase hecha para este tipo de ocasiones.
Sin embargo mis emociones eran más parecidas a las que produce la muerte de un amigo que tuviste alguna vez y al que hace años perdiste la pista, o la de un familiar que solo llegaste a conocer por las crónicas de tus padres pero con el que te sentías unido por ese hecho biológico al que llamamos lazos de sangre. Mis labios se han quedado secos y contraídos, un estremecimiento me ha recorrido a velocidad eléctrica, y una montaña de evocaciones y recuerdos se ha precipitado sobre mi memoria. Conocí la poesía de Ory en primero de carrera. Había ido a vivir con mis independizados hermanos a principio de curso, y por entonces llevaba ya unos cuantos años escribiendo poesía, aunque mis lecturas eran muy limitadas. Conocía a Lorca con cierta profundidad, y había picoteado todo aquello con lo que me había tropezado en el bachillerato, llegando a devorar a Catulo, que se convirtió para siempre en objeto de una de mis agitadas devociones literarias, pero lo cierto es que escribía mucho más de lo que leía. Durante una tertulia nocturna con mi hermano mayor, le confié ese gran secreto, y como toda persona que escribe poesía, poco tuvo que animarme para que le enseñara alguna de las cosas que había escrito. Fue bastante crítico, eso lo recuerdo, pero sobre todo recuerdo que me prestó dos libros: Metanoia de Carlos Edmundo de Ory, y las Rubaiyatas de Horacio Martín de Felix Grande. En ambos libros encontré esa poesía intimista que yo mismo buscaba, esa poesía que puede ser tan existencial como epicúrea, tan estoica como frívola. Con el tiempo Felix Grande quedó más apartado, aunque ese libro me sigue pareciendo genial, pero Ory continuó conmigo. Leí sus diarios, su prosa, sus extravagancias, sus sonetos. Desde entonces hasta ahora he tenido dos ejemplares de Metanoia, y tan desgastado está el segundo que deberé comprar pronto el tercero. No soy crítico literario, ni siquiera soy buen lector de poesía, me dejo arrastrar por la música, por las sensaciones que el lenguaje y el ritmo me transmiten, y dejo en segundo plano el significado de los poemas, en el fondo es lo que menos me importa de ellos, los leo igual que escucho música, en un plano sensorial antes que intelectual. Nunca he dejado de releer a Ory. Será un poeta maldito, o lo que quieran llamarle los que reparten los laureles según no sé bien qué criterios, será cierto que no le han otorgado el suficiente reconocmiento, y es probablemente verdad que ha estado al margen de todas las escuelas de las que ha sido contemporáneo, pero sigo envidiando su atrevimiento, su profundidad, su humor, su erotismo y su extraordinaria musicalidad. Tiene una obra demasiado abundante, escribía todo lo que se le ocurría y lo publicaba todo, de modo que hay muchos poemas mediocres en su extensa obra, pero cuando alcanzaba el cielo, Dios abdicaba en él. Nos queda su poesía, o a lo mejor ni eso.