sábado, 19 de febrero de 2011

RUMORES





* Vivir, Lesbia, y amar. Vamos a ello
los chismes de los viejos amargados
nos tienen que importar menos que nada.

(Carmen V de Catulo, trad. Juan Antonio González Iglesias)



Dirán que me escondo tras barrotes de plomo
a suscitar el color entre mis vértigos.

Andarán, correrán a silbar que tu melena
es rojiza, o que tu cuello,
estriado de aguantar mi aliento,
no merece llevar cadenas que lo resalten.

Mentirán, dejarán que el aire llene el olor 
que exhala el silencio.




© Ramón Ataz2011

viernes, 11 de febrero de 2011

DESIERTO



Sudo una imagen, a medias
cartón piedra, azul desvaído,
brillos aquí y allá,
desierto relumbroso.

En suma, la que sedienta
me tira de la cama
hacia la negra vigilia.

Si la voluntad precediera a la vida,
habría intención en los visajes
de bestia acorralada que envío a los espejos
después de que la noche coagule los minutos.

Pero no hay fines ni objetivos,
solo botones en las púas de los peines,
y unos pocos deseos que me arrojan como un venablo,
incapaz de doblar en las esquinas.





© Ramón Ataz2011

domingo, 6 de febrero de 2011

EL NOMBRE DE UN ARBOL



Un árbol, dice, toma su nombre de la madera
y de los pájaros que aprenden a escoger sus hojas
o trinan escandalosos entre sus ramas.

El hombre que duerme a su sombra
o masca sus hojas
o corta sus frutos con el hacha,
renace de la estirpe de aquel árbol.


Y al hombre que se arroja de su copa
o arde por el fuego de su leña,
o acoge en su hombro a un pájaro anidado
la madera le cede su nombre,
si baila imitando el paso de las aves.

En cambio la mujer talla esculturas
y aguarda su ocasión: el día
en que el brillo de la luna es tan intenso
que consume a la noche en menos horas.






© Ramón Ataz2011

martes, 1 de febrero de 2011

LIVERPOOL

A los cuatro.


En el rincón más oscuro de la sala
una balada de un grupo clásico,
apaciguado en este disco, comienza a teñir 

el polvo y a esparcirlo.

Flota alrededor de mis nervios insomnes
a una orden de esta negrura
fiel, fidelísima, hecha a mí,
enamorada de la estancia
o del color de las paredes internas de mi cabeza.
 

No voy a rehacer sus versos.
Se basta con ese otro idioma intraducible
especiado con el olor de los mercantes
tan grato a mí, ahora, tan agradable.

 




© Ramón Ataz2011