lunes, 31 de octubre de 2011

Apunte acerca de un instante



Cualquiera,
al sentir cómo flaquea su visión de nebulosas,
dejara de auparse a su grupa noche tras noche.
O acaso
es al flaquear cuando el relámpago
en la cara se refleja y es tan breve.





© Ramón Ataz 2011

El otro



El Otro me rebasa tres cuartos de cabeza;
para sus pupilas, izadas como nubes,
soy invisible; para él 
alcanzo a ser lo sumo una intuición,
un movimiento que ni le repercute,
el zumbido ligero de una presencia imprecisa
o un aleteo nervioso,
acaso un estertor.

No me interpongo entre sus ojos y la luz

ni recorto la línea púrpura que forma su horizonte.

Estoy cerca del Otro, soy un aroma,

un tacto intangible, un gas del aire,
el cilio de una célula prendido a una cuchilla.

Al respirar inspira sobre mí,

me despeina el rozamiento del oxígeno contra el cuero cabelludo;
luego, después de que su sangre satisfecha
difunda a sus alveolos impertinentes toxinas,
desechos polizones,
me asumo y lo respiro y solo entonces
me vuelvo parte suya
entre sonrisas.





© Ramón Ataz2011

viernes, 28 de octubre de 2011

Mi lánguida ciudad.

 A una Murcia que también es mía


Cuando te sobrevuele, mi lánguida ciudad,
libre de alas;
cuando confunda tus picos y tus pozos
o al trazar límites,
bajo las nubes y las sombras que te cubran
te entrevea;
cuando a tus relieves,
libres de fuselajes, mis ojos alejados
los aplanen y extensas retículas en un lienzo
me parezcan, mi lánguida ciudad,
serás la madre
de aquellos que hoy susurran tu nombre
y se sumergen en tu vientre, océano fósil,
como anfibios
aferrados a unas branquias ya perdidas.





© Ramón Ataz2011

martes, 25 de octubre de 2011

333 (poema semiarromanzado)



A Miguel Angel Alcaraz



Desde mi velador contemplo una fachada.
Entre los penumbrosos desconchados
destaca la mitad de un anticristo,
la partición exacta de un infierno,
un hemisferio de ángeles caídos.

-Visítalo- me digo- el negro número
es una semibestia hospitalaria;
te dará de beber, también comida,
y podrás hallar quizá un mullido lecho
donde tu cuerpo se desprenda de fatigas- 

 
¿Qué temen los otros rostros? ¿por qué pierden
su brillo los ojos que lo encuentran?
¿en dónde se escondieron los nativos
de nuestro avejentado edén? ¿no existe
compasión para este trozo de diablo que ha nacido?

Huele a café, el viento se recoge.
La gente se ha encerrado en sus rendijas.  

Solo yo, mudo, bifronte,
sigo observando la fachada oscurecida
donde nació una sombra a medio hacer,
una fracción de el Averno en una esquina.





© Ramón Ataz2011

domingo, 23 de octubre de 2011

La vida, entreacto entre dos muertes

Al agua, su envoltorio, su materia,
la deshacen,
igual que a mí la carne me diluye
en medio de un efímero descanso
entre dos muertes:
el mar que concibió mi nacimiento,
la hierba que camufla mi salida.

Son risas, sí, hay risas en la plaza
rebosante
de niños contrahechos, sin vestidos
ni piel,
ajustados al mísero vivir
de sus mayores.

Y animales al borde del refugio,
y árboles impresos en el suelo.

Los veo salir del ámbito del sol,
como luces guiadas
por la atracción de una sombra en la arena,
promesa de lluvia,
y un dulce diluirse en el olvido
para siempre.

Coplas del alma



No sé si de la persona
sobrevive algún aliento
tras la muerte;
si alguna esencia abandona
al cuerpo que sin sustento
yace inerte.

Pues si el alma es la presunta

promesa de trascendencia
que tenemos,
cualquier deudo se pregunta
por qué tan valiosa herencia
la perdemos.

Por qué si ser inmortal

es el sino con que el Cielo
nos alienta,
al acercarse al umbral
de la muerte el desconsuelo
se acrecienta.

Podéis juzgar mal ejemplo

que el morir dé beneficios
pecuniarios,
a aquellos que desde el templo
al alma hicieron oficios
funerarios.

Pues también los religiosos,

sacerdotes, monjas, curas
y prelados,
acometen temerosos
su ascensión a las Alturas,
descarnados.

Yo que nunca he descubierto

espíritus o difuntos
redivivos,
cómo voy a dar por cierto
ese río de trasuntos
fugitivos.

Corre la vida sin freno,

sin reposo ni descanso
ni posada,
hasta llegar al sereno
morir, eterno remanso
de la nada.

Que nadie me dé la llave

para la oscura caverna
de la Gloria;
que cuando por fin me acabe
solo llegue a ser eterna
mi memoria.






© Ramón Ataz2011

martes, 18 de octubre de 2011

Breve


Breve, el arco de palabras que poseo, como breve
es el trozo de calzada que domino desde casa.

Tales son las causas de que acuse cansancio lo que escribo,
lo ya escrito, lo que surja cualquier día,
o de que la palabra tumba se me enrede entre los dientes
(creo que hay exceso de muerte en mi cerebro)

Tales son también los dos motivos
de que mi espectro de colores sea tan pobre:

el gris, el azul.

El primero, no lo niego, es el gris de los ojos de mi madre.

El azul, era el color inexplicable
del susurro
de una amapola ebria, o quizá joven.

En esas pocas palabras,
en esa imagen rica y gastada
a la que ya presté tanto tiempo vasallaje,
cualquier estremecimiento muere como nace, 

en un destello.  





© Ramón Ataz2011

jueves, 13 de octubre de 2011

Ya no soy tan joven

.


Ya no soy tan joven para regar mi tristeza
con palabras tristes. Ahora están amarradas
a lo que haya escrito y yo, anquilosado
(te gustaba, ¿verdad?), embrutecido,
esclavo de diccionarios y nuevas de evangelio.

Ahora mi tristeza es ceniza y no angustia,
mis versos, remedos de confusa cultura
también embrutecida.

Ya no está en mis dominios ahogarme a cada instante
ni en mi mano añorar el aire ajeno.

Ya no hay más que un paraíso
también embrutecido en el que sentarme
a observar a un dios que olvidó
quemar incienso en su rostro de fuego.
 




© Ramón Ataz2011

lunes, 10 de octubre de 2011

La esperanza es una imagen borrosa

En el lugar de los ojos el mar;
en su reflejo
una danza de peces; al fondo el horizonte,  
luego un abismo; tras él
no hay nada.

Nuestros antepasados habían dado por supuesta
la fundación de su Arcadia en nuestro tiempo.
Hoy sus tumbas supuran desengaño,
verde aflicción, alfombras tristes.

No vuelvas tú por lo tanto a suplicar,
porque el tiempo de los ruegos ha pasado
igual que una nevada sobre esta tierra caliente,
blanca promesa deshecha al posarse en el suelo.

Hoy no.

Tú ya conoces lo que mi piel oculta.
Me ves caminar, un perro al lado,
y no puedes distinguir a ciencia cierta
cuál de los dos se detiene a respirar
y cuál yace recostado e imagina
un descosido en el aire; tras él
el mundo.




© Ramón Ataz2011

sábado, 8 de octubre de 2011

La tierra duerme



La tierra duerme. Yo, despierto,
soy su cabeza única.
                           Juan Ramón Jimenez.


En la distancia los cuerpos
se yerguen como columnas de un pórtico;
a veces se deslizan
con la cautela dulce que alienta a los licántropos.

Dentro de mí, un dios modela
las sombras y las luces
poniéndose y quitándose unas gafas de sol.

Apenas sobreviven los unos sin el otro.
Son sin él fantasmas pálidos que vagan sin sentido
a la espera
del diario despertar de quien los piense.





© Ramón Ataz2011

miércoles, 5 de octubre de 2011

Madrugada



Un instante, que aparte el polvo,
abra un hueco entre la gente y,
amparados también hoy por la Luna,
retengan mis ojos algo visible.






© Ramón Ataz2011

domingo, 2 de octubre de 2011

Del sueño y del amor

Como si por aguardarte inquieto hubieras de girarte más deprisa,
me tienes aquí apostado, espalda contra lecho, en tu espera.

Así tuviste siempre al sacerdote de tus versos,
si no en casa, mudado al amparo de los árboles de siempre,
como si por aquello tu presencia se alargara
tras tus horas,
ese breve espacio del tiempo que le dieras.

Abandona tu silencio guardaespaldas,
vuelve a las voces y escucha:

Aún habrá madera o hierba que te adore,
a pesar de que mi cama trepadora se te escape de impaciencia
y duerma al fin y al despertar, estés delante.




© Ramón Ataz2011