jueves, 12 de enero de 2012

Manes

Si finados y enterrados los manes no han de sufrir de hambre,
recostados han de beber el vino que les escancien,
han de acudir al fuego como insectos, resultará ridículo
que eche en cara a los demonios su quietud.

¿Qué hay de las promesas que aligeraban el peso de la tierra?
¿A dónde arrastraron los milenios sus fantasmas?

     Antes de hallar en el Tártaro a los muertos
     tendré que saber sembrar sobre la arena.

     Antes de entrar en su cómodo refugio
    deberé llenar de dioses mi despensa.

     Antes de volver al mundo de los vivos
     habré de hallar el camino entre la hierba.





© Ramón Ataz

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