miércoles, 10 de noviembre de 2010

CARLOS EDMUNDO

Esta mañana, tomaba un poleo en la barra de la cafetería que a veces uso de despacho. Leía la prensa del día cuando me he quedado helado con una noticia insertada con dificultad en una columna a la izquierda de la página. Carlos Edmundo de Ory, el poeta maldito, ha muerto. Es difícil que la muerte de alguien a quien no conoces más que a través de su obra te afecte demasiado. Al fin y al cabo nos quedan sus poemas, te dices en esa frase hecha para este tipo de ocasiones.
Sin embargo mis emociones eran más parecidas a las que produce la muerte de un amigo que tuviste alguna vez y al que hace años perdiste la pista, o la de un familiar que solo llegaste a conocer por las crónicas de tus padres pero con el que te sentías unido por ese hecho biológico al que llamamos lazos de sangre. Mis labios se han quedado secos y contraídos, un estremecimiento me ha recorrido a velocidad eléctrica, y una montaña de evocaciones y recuerdos se ha precipitado sobre mi memoria. Conocí la poesía de Ory en primero de carrera. Había ido a vivir con mis independizados hermanos a principio de curso, y por entonces llevaba ya unos cuantos años escribiendo poesía, aunque mis lecturas eran muy limitadas. Conocía a Lorca con cierta profundidad, y había picoteado todo aquello con lo que me había tropezado en el bachillerato, llegando a devorar a Catulo, que se convirtió para siempre en objeto de una de mis agitadas devociones literarias, pero lo cierto es que escribía mucho más de lo que leía. Durante una tertulia nocturna con mi hermano mayor, le confié ese gran secreto, y como toda persona que escribe poesía, poco tuvo que animarme para que le enseñara alguna de las cosas que había escrito. Fue bastante crítico, eso lo recuerdo, pero sobre todo recuerdo que me prestó dos libros: Metanoia de Carlos Edmundo de Ory, y las Rubaiyatas de Horacio Martín de Felix Grande. En ambos libros encontré esa poesía intimista que yo mismo buscaba, esa poesía que puede ser tan existencial como epicúrea, tan estoica como frívola. Con el tiempo Felix Grande quedó más apartado, aunque ese libro me sigue pareciendo genial, pero Ory continuó conmigo. Leí sus diarios, su prosa, sus extravagancias, sus sonetos. Desde entonces hasta ahora he tenido dos ejemplares de Metanoia, y tan desgastado está el segundo que deberé comprar pronto el tercero. No soy crítico literario, ni siquiera soy buen lector de poesía, me dejo arrastrar por la música, por las sensaciones que el lenguaje y el ritmo me transmiten, y dejo en segundo plano el significado de los poemas, en el fondo es lo que menos me importa de ellos, los leo igual que escucho música, en un plano sensorial antes que intelectual. Nunca he dejado de releer a Ory. Será un poeta maldito, o lo que quieran llamarle los que reparten los laureles según no sé bien qué criterios, será cierto que no le han otorgado el suficiente reconocmiento, y es probablemente verdad que ha estado al margen de todas las escuelas de las que ha sido contemporáneo, pero sigo envidiando su atrevimiento, su profundidad, su humor, su erotismo y su extraordinaria musicalidad. Tiene una obra demasiado abundante, escribía todo lo que se le ocurría y lo publicaba todo, de modo que hay muchos poemas mediocres en su extensa obra, pero cuando alcanzaba el cielo, Dios abdicaba en él. Nos queda su poesía, o a lo mejor ni eso.

8 comentarios:

  1. Me ha encantado este artículo a la muerte del poeta, Juan.

    Escribes muy bien también este género.

    Me quedan ganas de conseguir un ejemplar de Matanoia...

    Un beso muy grande
    Ana

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  2. Hola.

    Tengo que llevarte la contraria en algo: Carlos Edmundo de Ory no era un poeta maldito. Él mismo acabó harto de que le llamasen así antes de marcharse a Francia allá por los años 50. Recuerda aquello que escribió con mucha picardía: me llamaban poeta maldito/los peotas del café Gijón.../.

    Por poeta maldito suele considerarse al poeta que no recibe premios ni es muy antologado, o al loco, o al desgraciado. Carlos no recibió premios y tampoco fue incluido en muchas antologías, pero ni estaba loco ni era desgraciado: todo lo contrario, pues era todo lucidez y llevaba en su ser la gracia de la poesía. Además, lo de no recibir premios importantes, en muchos casos como el suyo, no es por otro motivo que el de no haber entrado en el juego del politiqueo. Él jugó con el lenguaje y el pensamiento.

    Yo también sentí mucho lo del jueves. A mí me marcó mucho este poeta, de los pocos auténticos que hay.

    Espero no haber sido osado en demasía por llevarte la contraria en lo de maldito. Comprende que no eres el primero que dice eso y en algún sitio donde haya libertad de expresión tenía que rebatirlo.

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  3. Ana, me alegra verte en esta entrada. Muchas gracias por tus palabras. En cuanto a Metanoia, o cualquier otra antología de Ory, te la recomiendo vivamente. en particular, y con todo lo que te gustan los sonetos, te recomiendo Soneto vivo, que es una recopilación de sus atrevidos, originales y vivísimos sonetos.

    Un abrazo.

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  4. Hola Adolfo. Creo que no nos conocemos, así que encantado de que hayas entrado en este espacio, y te agradezco vivamente tu comentario por varias razones. La primera, por dejar constancia de tu aprecio por este poeta. Conozco a poquísimas personas que lo conozcan, y a menos que lo hayan leído y disfrutado.
    La segunda, por el contenido en sí de tu comentario, aunque te tengo que decir que comparto totalmente lo que dices, y que a quien llevas acertadamente la contraria es al que escribió el titular de la noticia que yo citaba en mi comentario. Allí lo llamaban el poeta maldito, y a mí me ha faltado subrayar la triste ironía con la que lo he reproducido.
    No soy de citar "autores favoritos", pero seguramente Ory sea el poeta que más constante y profundamente he leído y tengo que darte la razón en todo lo que dices.
    Pero aunque efectivamente fuera un apelativo de mi cosecha o lo compartiera, por supuesto sería bienvenido cualquier desacuerdo, sobre todo expresado con tanto respeto y conocimiento de causa.
    Muchas gracias de nuevo, Adolfo, y espero que nos volvamos a encontrar en este u otros espacios de la red.

    Un saludo cordial

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  5. Adolfo, he rectificado la entrada en atención a tu comentario. Tienes razón en que Carlos no se merece que demos vida a ese sambenito que por desgracia le acompañará durante mucho tiempo.

    Un saludo.

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  6. Juan:

    creo que has hecho bien modificándolo.

    Si algunos periodistas meten la pata por desconocimiento, allá ellos, pero es bueno que cada uno de nosotros tenga su propio punto de vista. Y con más razón habiendo un conocimiento de un asunto en concreto.

    El asunto es que las noticias, a menudo, están prácticamente igual redactadas en muchos periódicos porque proceden de la misma agencia. Y, cuando no es así, hay muchos redactores que lo que hacen es copiar la noticia, redactándola a su manera, de otro lado. Y si copian algo falso, como es el caso, pues ya ves tú qué veracidad de la información que recibe la gente que oye hablar de Carlos por esa noticia.

    Menos mal que unos pocos, pero buenos, sabemos lo que hay en realidad.

    Un saludo. Y gracias.

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  7. Me encanta encontrar este árticulo. No entraré en lo de maldito o no maldito. Lo que si quiero destacar es que un poeta como este, tan desconocido para la gran mayoria, necesita de una reinvindicación pública mas acorde con la importancia de su poesía en lengua castellana de nuestro último siglo. Por su originalidad, por su eficacia, por su estilo, por su forma de acercarnos esos matices que solo los buenos poetas son capaces de mostrar, debería de ser mas conocido.
    Me alegra enormemente que no sea yo solo el que le conozco. Esa era mi impresión, y acepto encantado mi equivocación. Seguiremos vindicandolo. Puede que haya muerto la persona. El poeta esta vivisimo, para goce de cuantos gustan de este genero y de la literatura en general.
    Mi enhorabuena.

    Un abrazo.

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  8. Perfecto, perdona por tardar tanto en contestarte, pero la verdad es que no había visto tu comentario (no termino de controlar bien esto de los blogs). A mí también me alegra saber que hay más gente que ha tenido la fortuna de leer a Ory y la sensibilidad y criterio necesarios para apreciarlo en lo mucho que vale.
    Muchas gracias por tu visita y de nuevo recibe mis disculpas.

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