sábado, 22 de septiembre de 2012

La épica de las sillas



Lo que ocurre es que está en pie y el cereal

crece tan alto y el rugido

de una fiera legañosa

recuerda a la brisa 


su poder, venido a menos, de llevarse

a otro lugar

el olor ácido del hambre.
 


Y puede vérsele partir


llevando en sus dos manos el tizne de la lumbre,


los huesos aún calientes de sus padres,


la carne desangrada de los hijos.


Nosotros que enojados


somos dueños del gobierno de las sillas;

nosotros que a lo lejos, 


nos turbamos, comemos y dormimos, nosotros,

tubos de escape,

cazos de hierro con la tapa desplazada, 


nosotros,

gritos echados a perder en las paredes,

somos la ola


que amaga y se retira

dejando peces muertos en la arena.






Ramón Ataz 2012

2 comentarios:

  1. Y se harán estadísticas con los peces muertos, y si un día la marea deja un pez menos que el anterior lo anunciarán como un logro, y los que todavía comemos incluso celebraremos la noticia. Pocas cosas más terribles que la ceguera voluntaria, capaz de encontrar excusas incluso en la dignidad de los desesperados.
    No es tu caso, desde luego. Emocionante y terrible este nuevo poema. Un abrazo.

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    1. Da gusto cuando se lee un comentario como éste, que apostilla el poema engrandeciéndolo. Muchas gracias por ello, Rumeinia.

      Un abrazo.

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