miércoles, 16 de mayo de 2012

La falacia de la inmovilidad de las ciudades




Anoche sucedió: en medio de dos pasos

encontré el paradigma de los huecos.

Los negros, los profundos, los aéreos

huecos,  infinitos, huecos casuales

de carne, de oxígeno o de piedra.

Dos edificios, por lo visto, se habían separado

o tal vez existiera algún inmueble entre los dos

que mi mirada ebria hubiera demolido,

-quien sabe distinguir lo que la noche

convierte en uniforme confusión-

En la mitad de esa distancia inesperada

hizo flotar la Luna un manillar luminoso

-acaso estuvo siempre-

que impreso en ese espacio

creado entre cementos

encarnaba lo insólito, el asombro,

la sorpresa negada a los incrédulos.

No suele haber en las calles tanta ausencia

como en la oscuridad se presentía;

- pensé en la digestión de tanta gente

en el urbano estómago voraz-

la luz recién nacida, valiente, desde luego, pero inútil

no pudo combatir tanta negrura,

actuaba tan solo como un faro

para mis ojos, los únicos, ojos lineales, enderezados


por aquel brillo inscrito entre cortinas tejidas con ladrillos,

 
que revelaban a un peatón de cabotaje


su condición retráctil 

y desmontaban por fin

la antigua falacia de la inmovilidad de las ciudades.





© Ramón Ataz

6 comentarios:

  1. Ya me ha ocurrido volver a un lugar después de no muchos años... y no reconocerlo. Las ciudades cambian y, algunas, lo hacen de manera que traicionan su idiosincrasia; otras lo hacen de manera más armoniosa o inteligente. Recuerdo, en este caso, Lisboa. Pero hay más. También las hay que son convertidas en museo y mueren con toda su belleza. ¡Qué difícil equilibrio!
    Salud.

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    1. Ese tipo de experiencia, volver a una ciudad que conociste y verla cambiada, es hasta cierto punto inquietante; mucho más cuando esa ciudad fue tu hogar en algún momento. Las que por el contrario no parecen cambiar parecen a veces estar dehabitadas aunque no lo estén.
      Muchas gracias por tu paso por el poema, Julio, y por dejarme uno de tus inteligentes y amables comentarios.

      Un abrazo.

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  2. me gusta mucho el poema, Ramón: la sutileza del lenguaje, la limpieza y la hondura de las imágenes y los versos así como lo que cuentas

    un abrazo

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    1. Muchas gracias, Joaquín. Conforme te voy leyendo me voy dando cuenta de que eres un escritor de los que merece la pena seguir, por eso me honra todavía más que me digas que te ha gustado este poema nocturno.

      Un abrazo.

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  3. Muy bien construida Ramón, cómo el lenguaje sugiere con imagenes de hondo calado. Las ciudades son seres mutantes, su inmovilidad es no más que un espejismo pasajero.

    un abrazo, poeta

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    1. En eso debemos confiar, Eloy, en que algo se mueva en las ciudades que provoque los cambios radicales que necesitamos. Muchas gracias por tus palabras, amigo.

      Un abrazo.

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