sábado, 17 de marzo de 2012

Crónica de un atardecer

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Era una cuadrilla de gritos en silencio
recorriendo mi sala iluminada.

Les ordené echarse al suelo, acurrucarse,
describir el sufrimiento, la tortura,
la perdición, la decadencia, el esqueleto,
dibujar las pausas pardas, la ventisca,
la depresión y en fin, la boca de la noche.

Obedientes dibujaron
sin ser pintores,
sumisos describieron
sin ser cadáveres.

Allí escondía la tarde su imagen perfecta

de viento rojo sin luna
y un suelo original emparedado
(ya ni el tacto recordaba de esa tierra

ni tampoco aquel olor que propiciaba)


Calmó la noche al viento,
la luz se desnudó sobre los árboles

cuyas ramas se aquietaron todo el día.


El viento, al fin, dormido, el suelo muerto,

y el rojo resbalando en la ventana...






© Ramón Ataz

2 comentarios:

  1. Un crónica llena de matices y plenitud. Un muy buen poema. Te felicito.

    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias, Perfecto, te agradezco que pases por aquí y encima para dejar un comentario tan generoso.

    Un abrazo.

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