domingo, 25 de septiembre de 2011

Intravagancia


I

Yo alumbro la lluvia, yo
lucho por tersar los pétalos
de una flor ajada.

Viene a mí el tenebroso rugir de la fiesta,
el despertar lúgubre de la alegría distante.
Y los rostros de los muertos,
esos gestos faciales de paciencia infinita,
de ya nunca, ya nunca.

No siempre, lo sé, pero así es la búsqueda,
la del verso roto y el sueño sediento.
Aguardar a un hombre que quizás me habite,
y quizás no encuentre.

II

Tengo los ojos, Dios, en ti clavados.
Son los ojos de un cadáver
ahora perplejo
ante el vulgar vacío que se abre a su muerte.

III

Treinta años me alejan de ti.
A mis palmas vueltas,
a los pliegues húmedos de mis manos anchas,
a estos dedos extendidos,
insertos en el aire,
no les cae más que un desfile de días,
un batir de jornadas de sincera ausencia,
legadas por aquellos que engendraron un cuerpo
tan parecido a mí
y tan vacío.





© Ramón Ataz2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario