
viernes, 26 de octubre de 2012
En cadena (Letanía por un desahucio)
En cadena
me llega, en cadena,
el sonido de un beso
me llega y el llanto
en el lecho
y la sangre, la sangre
recién salpicada,
en cadena, la casa
vacía, sin niño, sin madre,
sin cuerpo, sin padre, me llega
en cadena, los pasos forzados,
los guardias, los jueces, la voz y el suspiro
me llega en cadena,
la muerte impasible, impasible
el dinero, la puerta entreabierta
y la sangre, la sangre
burlando zapatos, y jueces y guardias,
me llega en cadena
el último plazo, el discurso del método
de un mal pensamiento, me llega
en cadena la suerte de un muerto,
su casa cerrada, los jueces, los guardias
volviendo, volviendo.
Ramón Ataz
sábado, 6 de octubre de 2012
Mis dobles, mis amigos
Entrad en mi casa puesto que yo he salido.
Hay una puerta solo, solo una, abierta;
la que descerrajaron los días débiles
de aquellos brazos libres,
de manos despegadas de otros cuerpos
poseedores del calor que a mí negaron
las noches impasibles.
Como hace la corriente al aferrarse a otra piel,
así el calor,
tras serme regalado, pudo usarme
como un refugio inerme y transitorio
donde aguardar a un cuerpo más amable.
Ya no hace frío, no aquí,
no en este parque
donde la barba me surge esperanzada
y recelosa y fiel, sin arrojarse al vacío por huír del estrépito
que vive en mis oídos; se sujeta a mi rostro
y crece y poco a poco
se extiende hasta poblarme por completo.
Sabed que aún estoy vivo y es posible
que vuelva a casa luego y os sorprenda
envueltos en la piel que allí dejé,
es muy probable
que uséis mis otras manos para abrirle
ventanas novedosas a los muros y os advierto
que se puede cerrar lo que otros abren.
Pero son blandos mis ojos y se apiadan
de todo lo que ven, también vosotros, mis dobles, mis amigos,
podréis dejar en casa el tibio sol
que hayáis traído.
Ramón Ataz
viernes, 5 de octubre de 2012
En otro tiempo
En otro tiempo hubiera abandonado el norte,
de donde vuelven los resucitados.
Al llegar a un territorio
inhóspito a la risa
hubiera dejado al Sol seguir su marcha
hubieran mis cabellos sufrido en el dolor
que tú sintieras.
Entonces sabía rastrear la ruta de tus ojos,
me adelantaba a ti, lloraba en tu lugar;
pero ahora tu mirada borra sus vestigios
y tu espalda sabe bien cómo esconderte.
Porque a tu rostro lo arrastra la Luna,
por eso eres capaz de sufrir sola.
Ramón Ataz
Suscribirse a:
Entradas (Atom)