
viernes, 25 de mayo de 2012
Retorno
He deshojado mis puertas,
he descerrajado el huerto,
he desandado mi huída,
la casa me rodea nuevamente.
Encontrarás el portón de mi celda entornado,
invitándote a ti y al inmenso dolor del que te sirves.
Cuando me haya ataviado con mis ropas de agua
solo hallarás fragilidad
y un cabello agostado por la ausencia.
Mi rostro ha vuelto de un largo viaje
en busca de alimento.
No te incumbe lo que encontré
ni como burlé tu asedio.
¿No lo ves? mis brazos están rotos,
mis pies no estarán más quietos si los sepulto
porque he vuelto de un largo viaje,
de un lugar donde también sentí tu aliento.
© Ramón Ataz
lunes, 21 de mayo de 2012
Epigrama a una musa inoportuna
Cuando por fin a mis dedos baja un verso
tan tenue aún, ansioso por grabarse,
sabiendo que en un parto el niño puede
morir por un descuido del obstetra,
entonces vienes, musa perezosa,
a propiciar mi olvido y tu descrédito.
© Ramón Ataz
miércoles, 16 de mayo de 2012
La falacia de la inmovilidad de las ciudades
Anoche sucedió: en medio de dos pasos
encontré el paradigma de los huecos.
Los negros, los profundos, los aéreos
huecos, infinitos, huecos casuales
de carne, de oxígeno o de piedra.
Dos edificios, por lo visto, se habían separado
o tal vez existiera algún inmueble entre los dos
que mi mirada ebria hubiera demolido,
-quien sabe distinguir lo que la noche
convierte en uniforme confusión-
En la mitad de esa distancia inesperada
hizo flotar la Luna un manillar luminoso
-acaso estuvo siempre-
que impreso en ese espacio
creado entre cementos
encarnaba lo insólito, el asombro,
la sorpresa negada a los incrédulos.
No suele haber en las calles tanta ausencia
como en la oscuridad se presentía;
- pensé en la digestión de tanta gente
en el urbano estómago voraz-
la luz recién nacida, valiente, desde luego, pero inútil
no pudo combatir tanta negrura,
actuaba tan solo como un faro
para mis ojos, los únicos, ojos lineales, enderezados
por aquel brillo inscrito entre cortinas tejidas con ladrillos,
que revelaban a un peatón de cabotaje
su condición retráctil
y desmontaban por fin
la antigua falacia de la inmovilidad de las ciudades.
© Ramón Ataz
martes, 15 de mayo de 2012
EL hundimiento de las pirámides
Qué extraña distracción tomar asiento
detrás de las pirámides altivas,
sentir cómo comienza a removerse
la arena que sustenta su grandeza.
Qué síntoma, qué adiós, qué vaticinio
previene al solitario observador,
hundido en una silla sin respaldo,
de la mortalidad de lo inmortal.
No escucha más que vientos declinantes
peinándoles la piedra milenaria.
Qué raro sentimiento compasivo
convierte el estupor en carcajadas.
Podría levantarse, golpear
chillar como gaviotas satisfechas,
o traspasar la tierra movediza
y ser como el ajuar que los cadáveres
se llevan del lugar en que murieron.
© Ramón Ataz
sábado, 12 de mayo de 2012
Tres tardes
Me ha robado ya tres tardes
ese devaneo dulce que incita a mi mano a dibujar
la imagen torneada de la Luna en el Espacio
o tu espalda inconcebiblemente curva...
© Ramón Ataz
jueves, 10 de mayo de 2012
Miles deberían ser los ojos
Miles deberían ser los ojos,
miles las retinas en que habito.
Pero no importa, aunque mis manos
estúpidamente aplasten
mi propio tacto.
Dos líneas paralelas se aproximan.
Avanzo.
Mis brazos remos, el aire agua.
Expuesto. Me siento observado;
soy la forma cambiante de una nube
que se asimila y se olvida al deshacerse.
Ahora debo hablar de las miradas:
No penetran en mí, no me atraviesan,
en cambio, pasan cerca, se detienen,
me rozan suavemente;
podrían ser caricias si yo fuera solo piel.
En mí queda tatuado lo último que vieron.
Otra vez. Otra vez
Ahora debo hablar de las miradas:
No penetran en mí, no me atraviesan,
en cambio, pasan cerca, se detienen,
me rozan suavemente;
podrían ser caricias si yo fuera solo piel.
En mí queda tatuado lo último que vieron.
Otra vez. Otra vez
me empeño en exhibirme;
mi desnudez por encima de la ropa.
Miles deberían ser los ojos,
pero no importa,
aunque me sepa al fin
evaporado.
mi desnudez por encima de la ropa.
Miles deberían ser los ojos,
pero no importa,
aunque me sepa al fin
evaporado.
© Ramón Ataz
sábado, 5 de mayo de 2012
Las calles derrotadas
A Harpo
A mi perro le gustan las calles derrotadas,
donde hace la lluvia penachos de barro
y el suelo revela relieves antiguos
en las quebraduras de algunos portales.
Suele sacarme de un camino limpio
su tracción intensa;
como si escapáramos de un escaparate
se nos ve correr,
saltar como piedras sobre el agua plana,
deslizarnos juntos
en pos de la herrumbre,
del olor a hoguera y a hostales de insectos.
Mi perro, sintiéndose solo pies y hocico
se agita y ensancha
mientras yo me agacho
ante el mármol frío de algo que supongo
una blanca lápida
-parece que cubra la fosa en que yacen
los huesos inertes de la clase obrera-
Y el silencio engaña al asfalto roto;
sugiere que dentro de los desconchados
y tras de las puertas
nadie está dormido, nadie está despierto.
Mi perro recorre el callejón podrido
sopesando aromas, suponiendo vidas
y risas de gentes tan empecinadas
en vivir que siguen en alguna parte
riendo y negándose a llevar sus huellas
a ese nuevo espacio
tan verde en los rincones de los mapas,
tan pardo en los ojos de los perros.
© Ramón Ataz
A mi perro le gustan las calles derrotadas,
donde hace la lluvia penachos de barro
y el suelo revela relieves antiguos
en las quebraduras de algunos portales.
Suele sacarme de un camino limpio
su tracción intensa;
como si escapáramos de un escaparate
se nos ve correr,
saltar como piedras sobre el agua plana,
deslizarnos juntos
en pos de la herrumbre,
del olor a hoguera y a hostales de insectos.
Mi perro, sintiéndose solo pies y hocico
se agita y ensancha
mientras yo me agacho
ante el mármol frío de algo que supongo
una blanca lápida
-parece que cubra la fosa en que yacen
los huesos inertes de la clase obrera-
Y el silencio engaña al asfalto roto;
sugiere que dentro de los desconchados
y tras de las puertas
nadie está dormido, nadie está despierto.
Mi perro recorre el callejón podrido
sopesando aromas, suponiendo vidas
y risas de gentes tan empecinadas
en vivir que siguen en alguna parte
riendo y negándose a llevar sus huellas
a ese nuevo espacio
tan verde en los rincones de los mapas,
tan pardo en los ojos de los perros.
© Ramón Ataz
viernes, 4 de mayo de 2012
El mes de mayo
El mes de mayo, con calderas y tridentes disfrazado,
anda cansado, sin fuerzas, desfallecido.
-Es costumbre que ella rice su cabello
en estos meses, su voz se aclare
y arrecie su sonrisa -
Suele acudir de noche, envuelta en niebla,
acercarse a la alacena a robar la fruta;
luego encoge la cintura, parpadea,
se embellece y se presenta al fin,
entumecida,
de once meses ocultándose de día
no sé dónde.
© Ramón Ataz
martes, 1 de mayo de 2012
El defecto del aire
.
Recostado entre los perros
protegido del invierno
Ni con la lluvia consigue llenar mi olfato
la timidez de este aire de verano
El defecto de este aire es que está pálido
© Ramón Ataz
Recostado entre los perros
protegido del invierno
Ni con la lluvia consigue llenar mi olfato
la timidez de este aire de verano
El defecto de este aire es que está pálido
© Ramón Ataz
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