sábado, 31 de marzo de 2012

La inercia



No busqueis en mis ojos, si los cierro,
ningún rastro de mi vida fragmentaria,
pero si llego a dormir
robad mis piernas,
ya que no rindieron cuentas de sus pasos
ni resistieron al capricho de los vientos,
estúpidos artífices del rumbo que tomaban.

Mi gesto ante lo insólito y la fiebre,

más, cada vez más repartida
entre la arena y el Sol, fueron las armas
de las que me dotó una inercia ciega
vestida con las ropas del deseo.

Solos, cedidos al mundo

por nuestras propias manos de tacto vegetal,
ambos, el mar y yo, sentimos las mareas
aplastando y ensanchando a nuestros átomos. 
El horizonte era  esperanza reemplazable
y los bosques simple arbitrio de las aguas. 


Ahora lo sé
,
porque las manchas de mi piel se están borrando
y enloquezco
como un pájaro en medio de la lluvia
que festeja, en los círculos que trazan
sus plumas desprendidas,  

el renacer forzoso de los charcos.
  




© Ramón Ataz

2 comentarios:

  1. Esa inercia, que yo identifico más con la lucidez, nos acompaña a aquellos que elegimos ese camino ese renacer forzoso de los charcos, esplendentes espejos del cielo.
    Me gusta mucho este poema. Muy bueno.

    Un abrazo, amigo Ramón.

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  2. Hola, Perfecto: Muchas gracias, Perfecto, como siempre, además de amabilidad, en tus comentarios sí que hay lucidez.

    Un abrazo.

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