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Era una cuadrilla de gritos en silencio
recorriendo mi sala iluminada.
recorriendo mi sala iluminada.
Les ordené echarse al suelo, acurrucarse,
describir el sufrimiento, la tortura,
la perdición, la decadencia, el esqueleto,
dibujar las pausas pardas, la ventisca,
la depresión y en fin, la boca de la noche.
Obedientes dibujaron
describir el sufrimiento, la tortura,
la perdición, la decadencia, el esqueleto,
dibujar las pausas pardas, la ventisca,
la depresión y en fin, la boca de la noche.
Obedientes dibujaron
sin ser pintores,
sumisos describieron
sumisos describieron
sin ser cadáveres.
Allí escondía la tarde su imagen perfecta
de viento rojo sin luna
Allí escondía la tarde su imagen perfecta
de viento rojo sin luna
y un suelo original emparedado
(ya ni el tacto recordaba de esa tierra
ni tampoco aquel olor que propiciaba)
Calmó la noche al viento,
la luz se desnudó sobre los árboles
cuyas ramas se aquietaron todo el día.
El viento, al fin, dormido, el suelo muerto,
y el rojo resbalando en la ventana...
(ya ni el tacto recordaba de esa tierra
ni tampoco aquel olor que propiciaba)
Calmó la noche al viento,
la luz se desnudó sobre los árboles
cuyas ramas se aquietaron todo el día.
El viento, al fin, dormido, el suelo muerto,
y el rojo resbalando en la ventana...
© Ramón Ataz
Un crónica llena de matices y plenitud. Un muy buen poema. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Perfecto, te agradezco que pases por aquí y encima para dejar un comentario tan generoso.
ResponderEliminarUn abrazo.