Mejor hubiera sido
que contuvieran hierro las montañas milenarias interpuestas
entre el glaciar y el valle,
que el agua, hecha crepúsculo,
nunca alcanzara la tierra de la gente.
Ve.
Intenta volver al lado opuesto de este río
en el que abandonaste tu sandalia
-no te dejó escuchar la profecía
tu proverbial terror a las serpientes-
El barro recoge tus pies y te encarcela.
Mejor hubiera sido
que el agua, tras brotar, el agua,
fluyera solo por cuevas, sola, ignorante de ti.
Cuerpo de quimera, calendario,
vuelve a soñar, no tienes padre,
ni cicatriza la piel que fue herida por los árboles.
© Ramón Ataz
buen poema. Muy intenso. Toda una lección. Joaquin
ResponderEliminarMuchas gracias, Joaquín. Un placer tenerte en mi blog.
EliminarAbrazos.
Estupendo. Me ha encantado. Huye, Jasón, o acabarás en la Cólquida y conocerás a Medea.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Rumeinia. En efecto, más le vale huir a tiempo, quizá no solo a él.
EliminarMe alegra verte en mi blog.
Un cordial saludo.
Un lujo de poema, Ramón. Abrazos.
ResponderEliminarLo que es un lujo para mí es poder contar contigo como lector, Ramón. Muchas gracias por tus palabras.
EliminarUn abrazo.