Casi siempre viste la atmósfera de agua,
tanto si sus pasos me bordean
como si con un vado tropieza y me traspasa.
El aire es casi siempre transparente
y no hay puño que lo sujete al cerrarse.
A salvo, claro está, aquella noche
negra como la sombra de los quebrados,
estrecha, tan pequeña e inservible,
aquella noche en que no hay nada que escuchar
ni a qué asomarse.
Se acerca el luto por la calle,
apresurado e impaciente, algo cansado;
es casi siempre imposible detenerlo.
Pero esta noche he conseguido unir mi brazo a su cortejo
y, aunque asustado,
me he sentido grácil como la nieve al derretirse.
© Ramón Ataz2011
Bravo, querido amigo, un abrazo
ResponderEliminarTe agradezco la visita, Carlos, y tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.