Ya no admito más calor,
nunca es invierno en la sangre,
nunca es invierno en la sangre,
ya que en tu tacto, espalda ciega,
me hago ceniza
caliente, recién quemada.
Y al escucharte al revés,
como a un vinilo diabólico,
puedo escuchar la reseña de mi penar estático:
solo la muerte en tu voz, solo la muerte.
Si arder era el motivo que nos guió
por el círculo que tomamos como hogar,
hoy, extinguido, busco en tu espalda
rostros de agua, rastros de nieve.
Si arder era el motivo que nos guió
por el círculo que tomamos como hogar,
hoy, extinguido, busco en tu espalda
rostros de agua, rastros de nieve.
© Ramón Ataz2011
Nada como un poema de amor, para salvar el día.
ResponderEliminarMagnifico poema, amigo.
Un abrazo.
Muchas gracias, Perfecto. Me alegra que te guste este poema.
ResponderEliminarUn abrazo.