Vacía, la carne de mis manos
solo muestra el rastro de un sabor latente
a plástico y metales.
Me gobierna un disgusto débil,
el último residuo de la angustia
vertida en madrugadas
de lámparas insomnes.
Llámame lánguido, dímelo
con el timbre más agudo de tu voz,
ayuda a la ira, por dios, a traspasarme,
haz que fluyan estos gritos quietos
que flotan todavía en mi garganta.
O si te es más fácil, calla,
sé tú la causa del silencio,
déjame ser el cómplice que duerme.
© Ramón Ataz2011
domingo, 27 de noviembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
Fases de un acto de justicia
Sorpresa
Contraer un músculo en la cripta del rostro,
raspar el óxido inscrito en los candados,
salir del cuerpo, hacerse gas,
qué gran contribución al hálito del mundo.
Remordimiento
Pardos los escalones bajan,
copulan vuestras manos entre sí
para engendrar el pensamiento oblicuo
de la culpa.
Justificación
Explicaréis entonces, pobres tontos,
cómo y por qué la breve luz
rebota en la noche que guarda vuestro oro
desde que apadrináis el hambre.
Daño
¿Creíais que esta mujer al verter lágrimas
y extenderlas por su piel como aplicando
el luctuoso maquillaje del bufón,
que la tristeza expuesta de su perro,
(fósil en construcción, negra evidencia)
solo imploraba un solar donde erigir su crematorio?
Expiación
Miradla, avergonzaos,
porque ella es parte de vuestra prole remota.
Id solos, debéis penar.
Yo pensaré en vosotros,
acaso os llore.
.
© Ramón Ataz2011
martes, 22 de noviembre de 2011
La desaparición de las llagas
A veces me entretiene buscar llagas
allí donde el heraldo del dolor las anticipa,
allí donde el heraldo del dolor las anticipa,
y ni siquiera las costras
las conservo,
hasta las cicatrices locuaces
se han borrado.
Donde entonces hubo golpes,
solo hay surcos
y hay semillas
germinadas del árbol de los látigos.
Siempre he sido un verdugo autodidacta;
hace años que mi cabello es de cuero.
Fui lacerado en la raíz de las arterias
y un dulce arroyo de sangre me fluía,
pero la noche me encontraba en el establo
debajo de un monótono cepillo,
obteniendo plenitud de un buen forraje.
Mi estómago es un médico de guardia,
chorrean por mi piel cremas y aceites
y disfruto de zapatos de ortopedia.
Donde el llanto, un suspiro alcanzó el clímax,
nada venga entonces a dañarme.
Cierren mis llagas
por hoy,
cierren mis llagas.
las conservo,
hasta las cicatrices locuaces
se han borrado.
Donde entonces hubo golpes,
solo hay surcos
y hay semillas
germinadas del árbol de los látigos.
Siempre he sido un verdugo autodidacta;
hace años que mi cabello es de cuero.
Fui lacerado en la raíz de las arterias
y un dulce arroyo de sangre me fluía,
pero la noche me encontraba en el establo
debajo de un monótono cepillo,
obteniendo plenitud de un buen forraje.
Mi estómago es un médico de guardia,
chorrean por mi piel cremas y aceites
y disfruto de zapatos de ortopedia.
Donde el llanto, un suspiro alcanzó el clímax,
nada venga entonces a dañarme.
Cierren mis llagas
por hoy,
cierren mis llagas.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Florencia atardecida
Observados por ventanas de palacios,
teñidos por la sangre del crepúsculo,
entremezclados en el coro plañidero
que llovía sobre puentes reencarnados,
supiste tú, y luego yo lo supe,
que empedrar ciudades es tarea de quienes son como nosotros,
eternos.
© Ramón Ataz2011
domingo, 13 de noviembre de 2011
Mi postura ante la incertidumbre
A Joaquín
...puede ser que sean las siete de la tarde y
llueva...
...pero la habitación,
blanca aún por la luz de la mañana,
sigue escuchando gorjeos de pájaros anónimos
que rebotan sin pausa en las paredes.
Mientras tanto,
dos pensamientos afilados, al cruzarse,
igual que una tijera a la deriva
cortan al azar las líneas de aquella prosa impúber,
construida,
a fuerza de ser un simple cuerpo y ocultarlo
entre la confusión de la hojarasca.
...los palillos se saben tan sutiles
frente a la honesta y exitosa certidumbre
de las maquetas de pala y de tridente
con las que afronto el desafío de mi cena…
...pero mis manos,
hasta hace poco ligeras como dunas,
ahora son montes inmóviles.
-¡COMUNICA, POR DIOS!- dices tajante;
y entre risas apostillo- puedo ver
a Errol Flynn reescribiendo este poema.
© Ramón Ataz2011
...puede ser que sean las siete de la tarde y
llueva...
...pero la habitación,
blanca aún por la luz de la mañana,
sigue escuchando gorjeos de pájaros anónimos
que rebotan sin pausa en las paredes.
Mientras tanto,
dos pensamientos afilados, al cruzarse,
igual que una tijera a la deriva
cortan al azar las líneas de aquella prosa impúber,
construida,
a fuerza de ser un simple cuerpo y ocultarlo
entre la confusión de la hojarasca.
...los palillos se saben tan sutiles
frente a la honesta y exitosa certidumbre
de las maquetas de pala y de tridente
con las que afronto el desafío de mi cena…
...pero mis manos,
hasta hace poco ligeras como dunas,
ahora son montes inmóviles.
-¡COMUNICA, POR DIOS!- dices tajante;
y entre risas apostillo- puedo ver
a Errol Flynn reescribiendo este poema.
© Ramón Ataz2011
viernes, 11 de noviembre de 2011
Dos poemas a Elvira
I
No sé qué es lo que urdí en tantas noches
de renuncia a la ofrenda de tu verbo.
Ni sé si es hora aún
o si es tu voz un surco muerto en otro folio.
Claro que luego iré
a urdirte a ti y a cada hijo
del rastro que dejaste en la galaxia
o, si ya es tarde,
masticaré el laurel seco de tu insomnio.
II
Antes de que mis ojos te abandonen
y dormidos sean geómetras de tu río anguloso,
has de venir conmigo,
Vestal del sueño.
© Ramón Ataz
jueves, 10 de noviembre de 2011
Las noches
Casi siempre viste la atmósfera de agua,
tanto si sus pasos me bordean
como si con un vado tropieza y me traspasa.
El aire es casi siempre transparente
y no hay puño que lo sujete al cerrarse.
A salvo, claro está, aquella noche
negra como la sombra de los quebrados,
estrecha, tan pequeña e inservible,
aquella noche en que no hay nada que escuchar
ni a qué asomarse.
Se acerca el luto por la calle,
apresurado e impaciente, algo cansado;
es casi siempre imposible detenerlo.
Pero esta noche he conseguido unir mi brazo a su cortejo
y, aunque asustado,
me he sentido grácil como la nieve al derretirse.
© Ramón Ataz2011
tanto si sus pasos me bordean
como si con un vado tropieza y me traspasa.
El aire es casi siempre transparente
y no hay puño que lo sujete al cerrarse.
A salvo, claro está, aquella noche
negra como la sombra de los quebrados,
estrecha, tan pequeña e inservible,
aquella noche en que no hay nada que escuchar
ni a qué asomarse.
Se acerca el luto por la calle,
apresurado e impaciente, algo cansado;
es casi siempre imposible detenerlo.
Pero esta noche he conseguido unir mi brazo a su cortejo
y, aunque asustado,
me he sentido grácil como la nieve al derretirse.
© Ramón Ataz2011
domingo, 6 de noviembre de 2011
De ceniza caliente
Ya no admito más calor,
nunca es invierno en la sangre,
nunca es invierno en la sangre,
ya que en tu tacto, espalda ciega,
me hago ceniza
caliente, recién quemada.
Y al escucharte al revés,
como a un vinilo diabólico,
puedo escuchar la reseña de mi penar estático:
solo la muerte en tu voz, solo la muerte.
Si arder era el motivo que nos guió
por el círculo que tomamos como hogar,
hoy, extinguido, busco en tu espalda
rostros de agua, rastros de nieve.
Si arder era el motivo que nos guió
por el círculo que tomamos como hogar,
hoy, extinguido, busco en tu espalda
rostros de agua, rastros de nieve.
© Ramón Ataz2011
jueves, 3 de noviembre de 2011
Traición
Al menos hoy, a punto de verme seducido,
no sé si es que hay traición en mis palabras.
No son cantos de guerra,
no sirven a la música,
ni son de casta alguna.
No sé a quién reverencian,
así que no sé bien a quien traiciono
con mi dejar de ser imperturbable.
No hay pánico en mi voz
ni soy de tierra,
no puedo presumir de tener bosques
que ericen mi cabello al intrincarse.
Pero si fuera así, y me desdijera,
no habría de importarme la venganza.
© Ramón Ataz2011
no sé si es que hay traición en mis palabras.
No son cantos de guerra,
no sirven a la música,
ni son de casta alguna.
No sé a quién reverencian,
así que no sé bien a quien traiciono
con mi dejar de ser imperturbable.
No hay pánico en mi voz
ni soy de tierra,
no puedo presumir de tener bosques
que ericen mi cabello al intrincarse.
Pero si fuera así, y me desdijera,
no habría de importarme la venganza.
© Ramón Ataz2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)