Mejor hubiera sido
que contuvieran hierro las montañas milenarias interpuestas
entre el glaciar y el valle,
que el agua, hecha crepúsculo,
nunca alcanzara la tierra de la gente.
Ve.
Intenta volver al lado opuesto de este río
en el que abandonaste tu sandalia
-no te dejó escuchar la profecía
tu proverbial terror a las serpientes-
El barro recoge tus pies y te encarcela.
Mejor hubiera sido
que el agua, tras brotar, el agua,
fluyera solo por cuevas, sola, ignorante de ti.
Cuerpo de quimera, calendario,
vuelve a soñar, no tienes padre,
ni cicatriza la piel que fue herida por los árboles.
© Ramón Ataz