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Antes de que nadie me defina
confieso ser un hombre.
Ni contención de una presa
ni púgil de agua
-aunque incontables arroyos me traspasen
y tantos golpes a punto de nacerme
estén temblando-
Solo una minúscula
fracción de lo que soy puedo ofrecer
a las corrientes. La mayor parte de mí
yace en el cieno.
Es cierto que puedo bifurcarme
- ¿quién, para eludir el dolor, no se desdobla?-
pero al cabo cada yo terminará
por diluirse, como sal en el océano,
en un cuerpo envejecido,
único y mortal.
© Ramón Ataz
Un poema redondo. Su fácil transcurso y su profunda significancia lo hace esplendente. Un gran poema para aplaudir. Y te lo aplaudo de pie.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Perfecto, agradezco ese aplauso.
EliminarUn abrazo fuerte.
Y yo casi tumbada por cómo me ha dejado tan impecable lógica poética, anonadada, no se si bifurcada pero aproximadamente, toda laxa, hasta que recupero la conciencia de que acabo de oír un poema, es decir algo hecho por otro, me recompongo y me levanto para al igual que Perfecto poder aplaudírtelo.
ResponderEliminarDe más está decirte que me dejó KO, felizmente KO.
Un beso enorme, Ramón, con permiso del Poeta.
Jeje, Sofía, me alegra que estos versos hayan tenido esos efectos. Muchas gracias por tu insobornable amabilidad hacia lo que escribo.
EliminarUn besazo.
Qué mejor forma de ser que la del delta: agua y fértil sedimento (aunque minúsculo).
ResponderEliminarNi contención de una presa
ni púgil de agua
Qué bien has adiestrado al poema con esos dos versos...tan buenos.
Hola, Tempero: Perdona por haber tardado en contestarte, pero llevo varios días sin entrar al blog. Gracias por comentar el poema, y por hacerle una apostilla que es en sí un verso.
EliminarUn saludo.