Ya destensado el arco de su cuerpo,
inmersa en sueño de agua, amurallada,
escurriéndose al fondo de su piel,
vestida con la secuela tibia
de la electricidad que ya se ha disipado,
me estremezco otra vez, mientras mis ojos
siguen su lenta transición de blanco a letra.
© Ramón Ataz
Un encanto de poema, Ramón. Me ha conquistado.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, Eloy, y muchas gracias por decírmelo.
EliminarUn fuerte abrazo.