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Viviré en el interior de mi saliva,
donde los besos cambian su estricta trayectoria
y el mordisco de lobo que debió hacernos libres
se corrige a sí mismo, se abandona y se muere.
Yo lo veré
-parece silbar esta pared de oro-
sabe de tu silencio mi rostro absorbente,
del mediodía perpetuo
de tantos, de tantos
cuyo sueño aplaca al estómago inútil,
mientras tú te nutres como las palomas
comiendo en los parques despojos del hombre.
Viviré en la levedad de mi saliva,
pírrico sabor, lago de hastío,
me retendré en existencias barbitúricas
puestos en pie de paz mis pies obesos.
Calma, calma, calma…
no eres más que una tilde sin letra,
Tántalo, mira:
las ramas junto a ti se quedan quietas
come otra vez,
bebe otra vez,
son tuyas.
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