Todos los demonios han de arder mientras caminas,
todas las puertas te siguen como ratas
al absorber
a través de su madera
tu sinfonía
- siempre ha formado parte de su carácter,
como del tuyo amamantar el ritmo que alberga mi hipotálamo-.
Yo solo sé de ti por escrituras reveladas
a los planetas que te llaman madre,
pero además he añadido a tu leyenda
casi cuarenta parábolas,
rasgadas y silentes,
sobre los surcos vivos en los que crecen tus ojos.
Soy un penitente más en esa procesión
de tablas, diablos y sonidos:
ataviado con la toga ennegrecida,
exhibiendo una barba gobernante.
Pero ahora tus desvíos,
tus vueltas y tus dudas
han hecho de tu deambular un dédalo
y de mí una Ariadna.
Solo puedo, a duras penas, escoger
entre la muerte en holocausto o el naufragio,
entre la destrucción o el abandono.
© Ramón Ataz
Qué poema tan bueno, Ramón.
ResponderEliminarMe encanta su fuerza, su simbolismo, su desgarro.
El final no deja muchas opciones.
Un abrazo
Ana
Lo iba leyendo y me iba enganchando, y al final me ha conquistado. ¡Tremendo poema, Ramón! Muy tuyo, Muy bueno!!!
ResponderEliminarUn poema donde viven los fantasmas, los atavismos, la esencia de la vida. Pero lo hacen, sin embargo, con la misma intensidad con que escuchamos en sus versos la poderosa afirmación del amor.
ResponderEliminarUn Hermosísimo poema, Ramón. Mi enhorabuena.
Un abrazo.
Me alegra mucho que te guste, Ana, y muchas gracias por decírmelo. Lo cierto es que en general suele haber pocas opciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Eloy. Gracias por leerlo y por decirme que te ha gustado este poema. Me alegra mucho verte por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Perfecto:
ResponderEliminarMuy acertada la lectura que haces del poema. Muchas gracias por dejar aquí tu buena impresión, sabes que siento mucho respeto por tu poesía y por tí.
Un abrazo.