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Soy dueño de este mundo, me obedecen
un alfiler y un perro de aguas sucias;
me promulgo a mí mismo, soy la norma
que rige en los ámbitos del sueño.
Pobre me designo e infeliz
rey me proclamo, porque un cetro
de otro rey yace en las yemas de mis dedos.
Mi alma vive triste en el exilio
de un embrión deiforme y soy
de su deidad blasfemia reencarnada.
Y en mi reino de sillas tengo sed;
una humareda oscura
se expande tras la espalda de mis labios.
©Ramón Ataz2010
Extraordinario, Ramón.
ResponderEliminarEste poema me ha gustado muchísimo por su originalidad y porque me deja pensando...
Un abrazo
Ana
Ana, muchas gracias por lo que dices. Y sobre todo muchas gracias por seguirme en el blog, con tanta fidelidad.
ResponderEliminarUn abrazo.