viernes, 13 de abril de 2012

No va a dejar de llover



No va a dejar de llover
y me inquieta
el monótono juego de los niños.
No quedará en el aire
rastro del movimiento circular
que hacen mis manos
cuando lo palpan en busca de ventanas
en los túneles que parten de mi lecho.
No va a dejar de llover
porque los campos
protegen su aridez y su pobreza.
Reprocho al alma
su terco empeño en ser inexistente;
la invocan desde los cementerios
suelos verdes de musgo silencioso,
colillas apagadas en noviembre
al acabar su vida vegetal.
¿No salís todavía?
ya os ha llamado mi cabello juvenil
desde los peines que suelen hospedarlo.
No va a dejar de llover
ni el agua va a llegar a su destino,
porque los cauces son hondos
y anteriores
al lento despertar de las ciudades.
Reprocho a Dios
su voz carnal, su omnívoro apetito,
su mandíbula encajada
en un cráneo excesivamente opaco.
No va a dejar de llover
si las nubes han dejado de moverse.
Está quieto el mundo y las ropas
vacías
se extienden por las calles
como aves que invadieran un sembrado.
No va dejar, estoy seguro,
de llover sobre mi espalda recubierta
con pellejos despegados de mis dedos.
Venid entonces, no esperéis,
el Sol no está en mi casa,
venid pronto.





© Ramón Ataz

2 comentarios:

  1. Un gran poema, Ramón. El ritmo adecuado, la cadencia poderosa. Me llega y me emociona.

    Un saludo,

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    1. Me alegra mucho que te guste, Eloy, y muchas gracias por pasar a decirlo.

      Un abrazo.

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