domingo, 23 de octubre de 2011

Coplas del alma



No sé si de la persona
sobrevive algún aliento
tras la muerte;
si alguna esencia abandona
al cuerpo que sin sustento
yace inerte.

Pues si el alma es la presunta

promesa de trascendencia
que tenemos,
cualquier deudo se pregunta
por qué tan valiosa herencia
la perdemos.

Por qué si ser inmortal

es el sino con que el Cielo
nos alienta,
al acercarse al umbral
de la muerte el desconsuelo
se acrecienta.

Podéis juzgar mal ejemplo

que el morir dé beneficios
pecuniarios,
a aquellos que desde el templo
al alma hicieron oficios
funerarios.

Pues también los religiosos,

sacerdotes, monjas, curas
y prelados,
acometen temerosos
su ascensión a las Alturas,
descarnados.

Yo que nunca he descubierto

espíritus o difuntos
redivivos,
cómo voy a dar por cierto
ese río de trasuntos
fugitivos.

Corre la vida sin freno,

sin reposo ni descanso
ni posada,
hasta llegar al sereno
morir, eterno remanso
de la nada.

Que nadie me dé la llave

para la oscura caverna
de la Gloria;
que cuando por fin me acabe
solo llegue a ser eterna
mi memoria.






© Ramón Ataz2011

2 comentarios:

  1. Al final, lo conseguirás, pues estas coplas nada tienen que envidiar al Marqués de Santillana.
    Hermosos y sabios versos, amigo mío.
    Mi enhorabuena.

    Un abrazo.

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  2. Muchísimas gracias por tu comentario, Perfecto. La verdad es que empecé a escribir estas coplas casi como ejercicio, después de leer unas que dejó en su blog el excelente poeta Julio González Alonso. Tienen mucho de guiño y homenaje a las famosas coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, y desde luego ni se le acercan en calidad, pero acometer este tipo de estrofas clásicas ayuda a ejercitar el verso, y supone un entrenamiento estupendo.

    Un abrazo.

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