La tierra duerme. Yo, despierto,
soy su cabeza única.
Juan Ramón Jimenez.
En la distancia los cuerpos
se yerguen como columnas de un pórtico;
a veces se deslizan
con la cautela dulce que alienta a los licántropos.
Dentro de mí, un dios modela
las sombras y las luces
poniéndose y quitándose unas gafas de sol.
Apenas sobreviven los unos sin el otro.
Son sin él fantasmas pálidos que vagan sin sentido
a la espera
del diario despertar de quien los piense.
© Ramón Ataz2011
Ramón, muy buen poema, con un final impactante.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo
Ana
Muchas gracias, Ana, por tu paso por el blog y por tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.