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A Harpo
No arranca el Sol los tonos a ese perro gris.
Solloza su piel pluvial. A Harpo
No arranca el Sol los tonos a ese perro gris.
Aguarda.
Tropieza en transparencias.
A diario.
No hay rastro que le extraiga de la calle.
Y al tronar la risa de los hombres,
lleva en sus dientes el cielo
y el mar en sus ojos grasos.
La eternidad se esconde en su mirada
de virgen invisible.
© Ramón Ataz2011
Excelente poema con un final contundente que cierra con elegancia y misterio.
ResponderEliminarMe ha encantado
Un abrazo
Ana
Muchas gracias, Ana. Me alegra que te haya gustado. Está inspirado por mi perro, al cual creo que hace tiempo que le debía un poema.
ResponderEliminarUn abrazo.