I
La supongo escondida al alba en una cueva,
sorda a mis plegarias alejadas de las modas
y oculta a mis ruegos sin ritmo.
Examinando mi dominio de los bosques, divertida.
II
Es su forma de regalar vistosidad.
Libera su melena de luna nueva
y el resto desaparece,
deja la boca entornada
y el resto se olvida.
Ahí está golpeando, soplando, medio ahogada,
infligiendo el castigo que de ella se espera.
Enseguida queda el bosque impregnado de su risa.
Y nace.
III
Ella puede mirarse como un arbusto
o puede adornar su cuello de crines negras
acaso alzarse macabra como los lobos.
Me puede tiznar el cuerpo hasta anochecerme,
puede estar o no estar,
puede estar segando el agua y sonriendo.
IV
Ahora la excusa es vivir entre ramblas
senderos de roca, anudados a la luz
y a la histeria que produce.
Nunca el Sol ha sido tan rechazado
y a la vez su parodia tan buscada.
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© Ramón Ataz2010
Precioso este poema misterioso y enigmático, Juan.
ResponderEliminarMe ha encantado disfrutar de tu palabra.
Te dejo un abrazo
Ana
Muchas gracias, Ana. Es un poema de lo que llamo, de forma poco original, misticismo pagano, y me gusta practicarlo de vez en cuando, es un intento de atisbar los orígenes de la poesía.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Ramón.