Luego de escuchar cómo trepa la lluvia por las fachadas,
ayudada por un viento de impulso quebradizo,
me he recostado, de noche, y he seguido escuchando:
ahora, voces agudas, afiladas, espinas,
voces de gatos, de hombres, de mujeres,
trenzando calle tras calle un nocturno.
Ahora es el sonido de la luz al acecharme
su urgente amanecer sobre mi cuarto
(salvo un rincón silencioso donde ella se divierte acurrucada).
Después es mi voz la que se escucha,
desfila por el aire, en procesión,
tras del pelo anudado al rincón silencioso.
© Ramón Ataz2010
Muy hermoso este poema de sonidos primigenios, Ramón.
ResponderEliminarUn abrazo
Ana
Este poema tiene ya unos cuantos años, es de cuando yo era más lírico y espontáneo. Me alegra que te guste y te agradezco el comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy buen poema, Ramón. Ahí escondido y, paradójicamente, casi sin hacer ruido, nos deja la sensación de lo bien hecho y mejor expresado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un poema bastante antiguo; de una época en la que escribía poemas más íntimos y sencillos. Siento mucho aprecio por este poema, así que te agradezco que te hayas detenido en él y le hayas dedicado un comentario tan generoso.
EliminarUn abrazo y muchas gracias de nuevo por visitar mi blog.