El bosque de Mnemea
Sobre el ser humano y todo lo que le concierne
domingo, 28 de abril de 2013
Al hilo de un poema de Cernuda
Y yo que me empeño en mantener
las manos tendidas al horror
y desvelo al niño antiguo
en la vejez inestable de un borracho,
y noto a su pulso intermitirse como si algo
en su diseño
le abstrajera de estar vivo,
y yo que detecto en el latido apenas quieto
de las olas durmientes, en agosto,
mi propio corazón, y ausculto el número
de las palpitaciones ya pulsadas y amanezco
y escucho el sueño de todos los que aún no han despertado,
no puedo confirmar que esta mañana
alguno de esos pájaros
combatientes de guerrillas reclutadas por el viento,
acechantes, hermosos, súbitos
en cada amanecer, haya llegado
a cantar cerca de mí, ni que un poema
haya intentado existir mientras dormías.
(c) Ramón Ataz
lunes, 22 de abril de 2013
Fábula casi auténtica del Conocido y el Sol
Un conocido, esta mañana, un conocido.
Un hombre/fundición. Más bien satélite,
aunque hay algo de planeta en el color
de la vergüenza, la guerra o los braseros; sus pies
parecen apropiarse de las alas del heraldo.
Mi conocido, hoy mismo, el conocido,
acopio de trabajos y leyendas- lo conozco hace tiempo, no lo niego-
radiándose en rumores me ha llevado hasta el ámbito que habitan sus susurros
y este buen conocido, esta mañana, confesó, qué apuro, por dios, me da contarlo,
que el Sol se le ha enredado entre las manos y, dios, qué gran prodigio,
se ha derretido ante él y siendo el hijo, la zarza, siendo el gemelo supérstite,
el héroe místico, lo ha suspendido del cielo,
constelación invisible a las miradas urbanas.
Yo he comprendido que los soles, los planetas, el mismo mar inflado por la luna,
nada son. No son nada. Yo tampoco.
Y triste, como solo un poeta es capaz de entristecerse,
me he retirado hacia la oscuridad en la que guardo los folios,
los ojos y el bolígrafo.
(c) Ramón Ataz
martes, 16 de abril de 2013
Viento aún
Lo que te diferencia, Viento, de otros vientos,
no es tu constante enojo,
ni el empuje impertinente, ni la osada ambigüedad
que provoca tu intrusión en mis mareas.
Corres, Viento, al modo de otros vientos, perforas
la solidez del aire, tus azotes
me convierten también, como otros vientos,
en un objeto párvulo, apenas perceptible,
un aroma prendido por azar a tu tornado.
Lo que te diferencia, Viento, de otros vientos,
es tu forma de contemplarme en este siglo;
porque en ella hay palidez y en él hay miedo y en ambos lejanía
hacia la estepa extendida,
últimamente, entre estos ojos cobardes
a medio abrir,
casi viéndote
pasar, callados, secos.
(c) Ramón Ataz
sábado, 6 de abril de 2013
Elegía
Aún está en mi boca
el sabor a vino rebajado y un ligero gusto a sal.
Mis ojos aún sopesan en tu ausencia
la ingravidez de tu cuerpo concluido.
El último tinte abandona tus cabellos y descubre
la hermosura de tus canas
blanqueciendo ciudades
en tu silente silueta.
Qué noche interminable
se ha hecho dueña de mis sueños
si yo soy todavía y tú eres nunca
y sin embargo
aún resuenas, aún respiro,
aún esculpes
palabras en el mármol de mi voz
y las exhibes
ante la multitud de memorias sin puertas
que se abrieron para ti mientras viviste.
(c) Ramón Ataz
domingo, 24 de marzo de 2013
En tí, en mí.
Impenetrables, como la piel de las piedras,
son todos los que alguna vez quisieron
compartir conmigo sus ojos abiertos,
tentar mi mano, acercarse lo bastante,
abrirse como zanjas ante mí.
Y sin embargo, dubitativos,
cautos, se cercaron
con el vallado opaco de unas palabras sinceras
que, al igual que un salto de agua cuando repela las rocas
y su impulso precipita una cortina
sobre la cueva bostezada por la tierra,
echaban un telón sobre otras muchas
tan solo conocidas por su lengua.
Dices que reniego y me distraigo
de cuanto hermoso se cierne sobre el mundo,
que admiro a la muerte y al dolor,
que acato solo
el sufrimiento del fruto al ser podado
y arrojado a la fosa común de la cosecha.
Pero conoces mi risa,
sabes bien que el Sol alegra mi semblante
y que la noche
no logra oscurecerme por completo.
Hoy he visto a un muchacho hacerse viento,
volar como ET en su bicicleta,
viajar hacia los faros de los coches como Icaro hacia el Sol,
y eso era hermoso.
Pero tú ya lo sabes
porque mi piel es permeable a tu mirada
y hace tiempo
que eres en mí,
que soy en ti.
(c) Ramón Ataz
lunes, 11 de marzo de 2013
En un hospital, los bostezos
En un hospital, los bostezos
absorben el dolor.
Piernas enredadas
se espacen por el gres,
más propias de fluidos que de cuerpos.
Brazos escarpados, puños como acrópolis, girasoles sin luz,
el sudor crepita .
Ante el advenimiento de voces sirenias
atados a bancadas de un trirreme manco
un diluvio de párpados suspende el tiempo.
¡Dios, qué complicidad
hay en la sincronía de sus iris!
Son moscas implorándole al cristal una fractura.
Húmedos, los cráneos se mueven como títeres.
Juega el aire al frontón y los niños trepan por cucañas.
¡Dios, qué pocas puertas hay,
qué pocas puertas!
domingo, 10 de marzo de 2013
Debe bastar el cuerpo al alba acorazado
Debe bastar el cuerpo al alba acorazado,
el tejido finísimo pegado al esqueleto,
los frutos, perdidos para Tántalo,
cuyo destino fue mi lengua tensa.
A cualquier otro le haría reír la tontería,
perfume de bufones hospicianos,
las cabriolas del pan sobre la mesa
o la absurda jerigonza de los muebles.
Pero yo
ocupado en aquietarme,
miro y asiento.
(c) Ramón Ataz
lunes, 18 de febrero de 2013
tu hastío
Dí que de un alma triste no salen las palabras
sino de un alma amarga, de un paladar
que intenta negar el sabor de la tiza.
No pides pero te doy lo que te pido
hoy, que no puedo ensalzar el aire turbio
ni sé cómo llorar, porque mi idioma
viste y desviste a los hijos de tu hastío.
(c) Ramón Ataz
viernes, 15 de febrero de 2013
Estico encarcelado
¿A cuál de tus amos,
a cuál de tus discípulos
podrá servir la risa en que te abres
cuando las piernas te inciten a correr
y no te muevas?
Pondrán tus dientes árticos,
tu chaqueta colonial,
las guedejas que se arriman
y se asoman a tu frente
-despeñadero abrupto,
tajo a través del cual fluyen las calles-
sobre el jergón que, presumimos, resguarde
tu víspera continua.
Imaginamos (tú y yo)
la humedad un ámbito callado;
las paredes un sector de palimpsestos
sobre capas de miseria;
suponemos un terrario
sobre el suelo perezoso.
Meterás la bondad en tus bolsillos
pues las manos
se alzarán, anchas, extremas,
pretendiendo detener
la rabia azul -la rabia verde-
uniforme, enmascarada.
Sus ojos
están en algún lado;
te miran los fusiles
como si fueras el último elefante.
El aire en tus pulmones se transforma por sí solo en palabras
impropias de los siervos;
tus labios aprendieron a negar, todos tus músculos
desearon recibir tus instrucciones.
Pero incapaz de disentir
ahora te sientas.
Sin nadie que te obligue a estar de pie,
no eres más que un monasterio abandonado
al que piedras desprendidas
comienzan a dejar
lleno de huecos.
Latir, latir,
latir. Latir
es lo que espera a los que viven idénticos
los días que les quedan.
(c) Ramón Ataz
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